viernes, 26 de febrero de 2016

TEMA 11. El renacimiento del cuento.



El cuento es uno de los géneros narrativos más antiguos, pues nace como literatura popular de transmisión oral. Actualmente, la palabra "cuento" se emplea para designar a dos tipos diferentes de narración, que tienen en común su brevedad:

1. El cuento folclórico o tradicional: Un cuento tradicional es una narración breve de hechos imaginarios y poco verosímiles, protagonizada por un grupo reducido de personajes folclóricos (hadas, duendes, elfos, gigantes, brujas, etc) y con un argumento sencillo. Su finalidad es provocar en el lector una única respuesta emocional.

2. El cuento literario: Del cuento literario se conoce una sola versión escrita, que es la fijada por su autor. Edgar Allan Poe explicó que las tres características básicas de un buen cuento son la intensidad, la brevedad y el efecto único. También Horacio Quiroga (Manual del perfecto cuentista) o Julio Cortázar reflexionaron sobre los rasgos básicos del género.

A. HORACIO QUIROGA: http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/quiroga2.htm

B. JULIO CORTÁZAR:

«En mi caso, el cuento es un relato en el que lo que interesa es una cierta tensión, una cierta capacidad de atrapar al lector y llevarlo, de una manera que podemos calificar casi de fatal, hacia una desembocadura, hacia un final. Aunque parezca broma, un cuento es como andar en bicicleta: mientras se mantiene la velocidad, el equilibrio es muy fácil, pero si se empieza a perder velocidad, ahí te caes, y un cuento que pierde velocidad al final, pues es un golpe para el autor y para el lector»

«Para mí el cuento es un texto continuo y cerrado sobre sí mismo que exige un alto grado de perfección para que sea eficaz. No quiero decir perfección artificial, hecha desde afuera, sino perfección interna. Ahora, esa perfección interna del cuento el escritor tiene que ayudarla y completarla con una versión idiomática perfecta; es decir, el lenguaje tiene que ser implacablemente justo. No puede haber adjetivos de sobra en un cuento. No puede haber indecisiones, a menos que eso forme parte de la intención del cuento. Es decir, el cuento tiene que ser un poco como el soneto en la poesía. Tiene una especie de definición formal, muy justa, muy precisa, en mi opinión. La novela es todo lo contrario.»

Los cuentos más antiguos aparecen en Egipto en torno al año 2000 a.C. A pesar de que los autores griegos y romanos también escriben cuentos (Esopo, Ovidio y Apuleyo), los principales focos de las historias que, durante la Edad Media, se difundieron por toda Europa fueron Oriente medio, con Las mil y una noches, o la India; en España, se tradujo a lengua romance el Panchatantra bajo el título de Calila e Dimna.

Cuentistas europeos medievales destacados fueron Don Juan Manuel, con El Conde Lucanor; Bocaccio, con El Decamerón y Geoffrey Chaucer, con Cuentos de Canterbury.

En los siglos XVI y XVII, la escritura de cuentos se ve eclipsada por la irrupción en el panorama literario de las novelas, el teatro y, ya en el siglo XVIII, del ensayo.


El Romanticismo de la primera mitad del siglo XIX supuso un "Renacimiento" del género del cuento. El interés de los autores románticos por la literatura oral y popular, unido a su tendencia a la evasión de la realidad y a su defensa del nacionalismo, les empuja a descubrir en los cuentos tradicionales el "espíritu del pueblo". En Alemania, los hermanos Grimm comienzan a recopilar las narraciones populares de transmisión oral de su entorno, y publican los Cuentos para la infancia y para el hogar, entre los que se incluyen Blancanieves, La bella Durmiente, Hansel y Gretel, Juan sin miedo, que tuvieron que "dulcificar" al recibir críticas por su excesiva crudeza; el danés Andersen escribe cuentos para niños como El patito feo, El traje nuevo del emperador, La reina de las nieves, El soldadito de plomo o La sirenita; el francés Charles Perrault había redactado, a finales del XVII, los Cuentos de mamá gansa, que incluye famosos relatos, como Caperucita Roja, La Cenicienta, El gato con botas o Pulgarcito. El italiano Collodi publica Pinocho en el siglo XIX.

En el siglo XIX también se da su configuración definitiva al conocido como "cuento literario", y, en este proceso, tenemos que destacar la contribución imprescindible de Edgar Allan Poe.


1. EDGAR ALLAN POE

a) Contexto histórico-literario:

Edgar Allan Poe fue un escritor estadounidense de la primera mitad del siglo XIX, que se vincula al Romanticismo, si bien su nueva forma de entender la ficción y la poesía hace que supere este movimiento, siendo considerado después como un precursor del Simbolismo y del Surrealismo.

El Romanticismo es un movimiento ideológico y cultural del siglo XIX caracterizado por la libertad artística. La Revolución Francesa (1789), liderada por la burguesía,  sienta las bases de la caída del Antiguo Régimen; el liberalismo se convertirá en la gran doctrina del siglo XIX, que defenderá la iniciativa privada, la primacía de la razón y la ampliación del número de personas con derecho a voto. Aparece también una exaltación de los valores nacionales durante el Romanticismo. Así, la Guerra anglo-estadounidense de 1812, en la que los Estados Unidos intentan conquistar las colonias canadienses del Reino Unido, significa el nacimiento del espíritu de unidad nacional.

El Romanticismo se caracteriza también por aspectos como la libertad artística, el rechazo de toda norma, la rebeldía, la evasión, el subjetivismo, la presencia de lo sobrenatural, del misterio … 

Estados Unidos recoge la influencia cultural europea, si bien es verdad que la literatura estadounidense tiene su propio sello. Poe será quien abra paso a una generación de autores estadounidenses que llevan su experiencia vital a la literatura. Entre ellos podemos destacar a los novelistas Hawthorne con La letra escarlata; Melville con Moby Dick; Mark Twain, con Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn; Henry James, con Otra vuelta de tuerca. En la poesía norteamericana sobresale Walt Whitman con Hojas de hierba.
Dentro de los relatos cortos misteriosos de sesgo romántico, donde destacó Poe, destaca también el alemán Hoffmann, con cuentos como El hombre de la arena.

b) Vida y obra:

Poeta, narrador, periodista y ensayista estadounidense, la vida de Edgar Allan Poe (1809-1849) fue una dramática lucha contra el infortunio y contra sus propios demonios interiores. La dependencia del alcohol y de las drogas no le ayudó a paliar su infelicidad y a aliviar los tormentos de su espíritu, aunque sí consiguió degradar su salud física, sin que por ello mermaran sus extraordinarias facultades intelectuales e imaginativas. En una de sus frecuentes crisis, borracho y enfermo, fue recogido en una taberna de Baltimore y trasladado a un hospital, dondo moriría poco después sin recuperar la lucidez.

Máximo exponente del Romanticismo norteamericano, dejó una espléndida producción creativa y una lúcida obra teórica que anticipan, con asombrosa precocidad, algunos de los grandes movimientos y corrientes de las Letras Universales, como la asimilación del Simbolismo en el discurso poético, o el auge de la novela negra y los géneros de misterio y terror en la prosa de ficción.

A pesar de estas intuiciones geniales y de la indiscutible calidad de sus escritos en verso y en prosa, la obra de Edgar Allan Poe no fue bien entendida por sus compatriotas hasta que, muchos años después de su trágica desaparición, algunos de los grandes escritores simbolistas europeos (con los franceses Baudelaire, Mallarmé y Valéry a la cabeza) reivindicaron sus aciertos; ya en el siglo XX, los estudios que le dedicaron otros poetas y críticos (como T. S. Eliot y Allen Tate), sumados al interés que despertó su figura y su obra entre los psicoanalistas seguidores de Freud (entre ellos, la propia discípula del maestro vienés, Marie Bonaparte, o el célebre psiquiatra francés Jacques Lacan), contribuyeron definitivamente a elevar a Edgar Allan Poe a la categoría de arquetipo universal del escritor romántico atormentado y sombrío, precursor de la figura decadente del poeta maldito que habría de abundar en Europa a finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria.

Su única novela extensa lleva por título Las aventuras de Arthur Gordon Pym (1838). Se trata de la relación de un viaje marítimo en busca del Polo Sur, argumento que no era sino un pretexto para que Poe pusiera en práctica una de sus más célebres consideraciones teóricas acerca del hecho literario: la de la gratuidad del arte o, dicho de otro modo, la de la escritura como artificio que crea un espacio en el que la literatura no es un medio, sino un fin en sí misma.

Pero, dentro de la producción literaria de Edgar Allan Poe, que incluye famosos poemas como El cuervo, destacan sus cuentos, en los cuales convierte a personajes, espacios y situaciones en signos de un nuevo lenguaje de misterio y horror, que bucea en los aspectos más oscuros del alma humana. En el volumen titulado Cuentos de lo grotesco (1840) aparecieron algunos de sus relatos más célebres. Entre sus cuentos de terror habría que destacar los titulados Ligeia, El corazón delator, El gato negro y La caída de la casa Usher. El corazón delator es una pequeña obra maestra en donde pueden apreciarse algunas de sus principales virtudes como narrador: la economía de medios expresivos y la extraordinaria capacidad para crear una atmósfera obsesiva, inquietante, que se resuelve magistralmente en un genial golpe de efecto en las últimas líneas.

Destacamos, asimismo, un segundo apartado de cuentos policiales, protagonizados por Auguste Dupin, el investigador-artista considerado actualmente como el primer gran detective de la moderna novela policíaca: Los crímenes de la Calle Morgue, La carta robada y El misterio de María Roget .

Cuentos muy famosos son El pozo y el péndulo y el Escarabajo de oro.



http://www.youtube.com/watch?v=WNISDhqto8c

Annabel Lee, de Radio Futura:  http://www.youtube.com/watch?v=BuZMhbU5TPY


2. ANTÓN CHÉJOV

Nació el 29 de enero de 1860 en la ciudad rusa de Taganrog, a orillas del mar de Azov, y murió el 15 de julio de 1904, en Alemania. Su padre tenía una tienda de comestibles, pero una desacertada administración lo llevó a la ruina. En 1876, huyendo de los acreedores, se instaló con su familia en Moscú. En Taganrog quedó únicamente Antón, el cuarto de seis hermanos. Mientras terminaba el bachillerato, malvendía los restos del patrimonio para que la familia pudiera sobrevivir en Moscú. En 1879 se reúne con su familia en Moscú para ingresar en la facultad de Medicina. Esta época de estudiante coincide con unos años de gran agitación política, y consiguiente represión, en respuesta al asesinato del zar Alejandro II en 1881. Desde ese momento hasta el final de sus vidas, Chéjov tendría que mantener a su familia.

Durante sus estudios colaboró en revistas de humor, a las que suministraba chascarrillos, crónicas de sucesos, reseñas teatrales, cuentos, incluso novelas de terror. Parte de estos relatos se integraron en su primer libro Cuentos de Melpómene, Relatos variopintos. Los personajes que pueblan estos cuentos son generalmente los humillados que tanto pululan por las páginas de los clásicos rusos, si bien Chéjov se muestra implacable con ellos: todos los escribanos, camareros, pequeños funcionarios, sin ningún sentido de la dignidad, se humillan hasta que se les presenta la oportunidad de convertirse en déspotas y tiranos. La realidad que refleja el autor es más falsa que cualquier ficción, pues a su vez falsea las relaciones humanas.

Al terminar los estudios, Chéjov ejerce la Medicina en diversos hospitales de la provincia de Moscú, pero siguió escribiendo y mejorando su técnica ("Saber escribir es saber tachar"). En 1886 recibió una carta de Dimitri Grigoróvich que le decidió a dedicar su vida a la Literatura. Así crea La estepa, publicada en 1888 en una revista literaria. Se trata de un "cuento largo" que no cumplió las expectativas. Con él, Chéjov inicia la exaltación del cuento, género que elevará a la categoría de la gran literatura.

Los relatos más notables de Chéjov fueron escritos en la década de los 90. Ahí aparecen hombres de voluntad vencida que protagonizan episodios igualmente malogrados, hombres que advierten que han fracasado, que han envejecido. Uno de estos personajes, símbolo de otros muchos, es el viejo profesor de Una historia tediosa, cuya publicación sirvió a parte de la crítica para acusarle de indiferencia política.

En la primavera de 1890 emprende un viaje a la isla de Sajalín, en el océano Pacífico. El escritor ya estaba aquejado de tisis. Cuando en 1892 apareció La sala nº6, los lectores vieron en el relato una representación a escala de la vida en Rusia. Por otro lado, su viaje dio lugar a las crónicas tituladas La isla de Sajalín. Se refuerza su antitolstoyanismo: "El sentido práctico y la justicia me dicen que en la electricidad y el vapor hay más amor hacia el hombre que en la castidad y en la abstinencia".

En 1892 adquirió una tranquila villa al sur de Moscú. Allí desarrolló una gran actividad cultural, prestó ayuda médica gratuita, edificó escuelas y creó bibliotecas. Los relatos de este periodo (su época cumbre) tienen como protagonistas a hombres de notables aspiraciones que van corrompiéndose debido al ambiente provinciano en el que están sumergidos hasta degradarse totalmente. Para Chéjov el hombre sólo puede comprar su felicidad mediante la pérdida de la inocencia, con la degradación intelectual y moral. Destacan los cuentos La casa con mansarda, El hombre enfundado, La grosella espina. En 1899 publica una de sus obras maestras, La dama del perrito.

También escribió obras teatrales que intentaron renovar el teatro europeo. Se inicia con Ivanov, cuyo estreno será un fracaso, pero, reescrita, conocerá el triunfo dos años después; algunos relatos se transforman en piezas teatrales, como El oso, El camaleón. Sus dramas más destacados son El jardín de los cerezos y Tío Vania.

3. GUY DE MAUPASSANT

Discípulo de Flaubert y frecuentador de los círculos cercanos a Zola, Maupassant es uno de los grandes narradores del Naturalismo francés. Compartía con estos escritores su pesimismo sobre la vida y sobre las relaciones humanas (especialmente, entre ambos sexos); el hombre es, a su parecer, "una bestia escasamente superior a las demás". Instalado en el París mundano y frívolo, conoció de cerca los avatares políticos y sociales que conmovieron la nación francesa tras la invasión de los ejércitos prusianos en 1870. De esas experiencias aprendió a desconfiar de cualquier valor sacralizado. Tras renunciar a su empleo de oscuro funcionario, se dedicó de lleno a la literatura y a una vida un tanto disipada que le hizo contraer una grave enfermedad venérea. Marcado por una herencia familiar de desequilibrios nerviosos, la idea de la locura pronto se convirtió en una obsesión que cada vez lo aterrorizaba más, hasta que un frustrado intento de suicidio, en 1892, lo sumió en un estado de demencia absoluta del que sólo lo libró la muerte.

Intuyó lo que se ha definido como el cuento arquetípico, que sigue la forma musical de la sonata: planteamiento de un tema, desarrollo y nudo de la acción, y desenlace (a menudo con final sorprendente e inesperado).
     
Negaba la Providencia divina (Dios es, en sus palabras, "ignorante de todo lo que hace"), y consideraba el universo como un desencadenamiento de fuerzas ciegas y desconocidas. En consonancia con estas ideas, la obra de Maupassant se caracteriza por sus variaciones sobre el tema de la crueldad humana, tema que presenta con gran realismo y con un estilo sencillo.

Aunque Maupassant es autor de varias novelas largas, su aportación más significativa a la Literatura Universal pertenece al género del cuento.

En sus relatos, Maupassant trató fundamentalmente los siguientes temas:

- La guerra. Su primer cuento importante, ambientado en la guerra francoprusiana de 1870, en la que había participado en su juventud, es Bola de sebo (1880), donde presenta el sacrificio de una prostituta juzgada hipócritamente por los mismos burgueses a quienes ha salvado con su conducta. A éste seguirán otros cuentos sobre el mismo tema, entre los que destaca Mademoiselle Fifi. En ellos, el autor acentúa ingredientes como la locura, el sexo y la violencia, dentro de su visión pesimista de la vida. Sus cuentos de guerra están llenos de héroes anónimos, prostitutas más patrióticas que los orondos burgueses, dementes que desafían a la muerte con una heroicidad inesperada, campesinos que ejecutan al enemigo con escalofriante frialdad. Sobre todos estos cuentos planea la condena del belicismo, pero Maupassant jamás expresa un juicio de valor sobre el absurdo, el horror o la injusticia de las situaciones bélicas: deja hablar a sus personajes, se limita a mostrarnos escenas mucho más elocuentes que la condena explícita.

- El amor y el erotismo. En los cuentos galantes (Un día de campo) encontramos el mundo parisiense de las pequeñas burguesas insatisfechas por su matrimonio que buscan otros placeres marginales, las damas de la alta sociedad que intentan evadirse del aburrimiento, las mantenidas. Las aventuras ilícitas y el adulterio son los temas principales. Para Maupassant, el matrimonio es una institución social que pone trabas a la felicidad, una carga estúpida con la que comienza inevitablemente el desamor. Él prefiere la plena libertad amorosa y defiende el divorcio. Una variante son los cuentos eróticos, ambientados en la provincia o en un entorno rural, protagonizados a menudo por unos personajes que le fascinan: las prostitutas (La casa Tellier).

-El horror. En sus cuentos fantásticos prima la locura, lo irracional, el miedo, la neurosis y la obsesión por la soledad (El Horla). También la muerte, en forma de suicidio o de asesinato. Encontramos en ellos al último Maupassant, el del final de su carrera, obsesionado por lo invisible, por la angustia y por la soledad, marcado por la idea fija del suicidio. Estos cuentos fueron interpretados por los psiquiatras como síntoma de la progresiva locura del autor.

Maupassant es también el autor de seis novelas, entre las que destacan Una vida (1883), que narra la enternecedora historia de las desventuras de una mujer casada, y Bel Ami (1885), que explota el tema del arribismo social en el personaje de un periodista sin escrúpulos.

Además de haber vivido ambos en el siglo XIX, Guy de Maupassant y Antón Chéjov comparten el honor de ser considerados por la crítica literaria como los dos ecritores de cuentos que más influyeron en el futuro de ese género. La obra de los dos es clásica, pero si Guy de Maupassant es el que sienta las bases de un cuento con un planteamiento de un solo tema, un nudo de la trama y un desenlace que contiene una solución que, por inesperada, sorprende al lector; Antón Chéjov es el artífice de un cuento abierto que no se apoya en el factor sorpresa sino en la presentación de un tema como lo hace la vida en su transcurrir.

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