viernes, 18 de septiembre de 2015

TEMA 0. DE LA ANTIGÜEDAD A LA EDAD MEDIA: EL PAPEL DE LA RELIGIÓN Y DE LAS MITOLOGÍAS EN LOS ORÍGENES DE LA LITERATURA

[PRIMERA PARTE]: LOS ORÍGENES DE LA LITERATURA

I. INTRODUCCIÓN

El nacimiento de la escritura, ocurrido hacia el 3.500 a.C, constituye una gesta tan extraordinaria para la humanidad como lo fue anteriormente el dominio del fuego o el desarrollo de la agricultura. Las primeras formas de escritura surgieron de la necesidad de tomar anotaciones de carácter económico, como controlar la recogida de las cosechas, el cobro de impuestos, etc. El uso de la escritura permitió a los hombres perfeccionar su pensamiento y sus ideas, lo que abrió el camino para el desarrollo de la ciencia, las leyes, la religión, la filosofía o la literatura. 
Las primeras formas de escritura nacieron en Mesopotamia y Egipto. Los sumerios desarrollaron la escritura cuneiforme, un sistema de pictogramas grabados sobre tablas de arcilla que, con el tiempo, se fue simplificando y tornando más abstracto. Los egipcios desarrollaron la escritura jeroglífica, cuya base son los ideogramas. 

El politeísmo es aquella doctrina religiosa cuyos seguidores creen en la existencia de múltiples divinidades organizadas en una jerarquía. Este complejo universo sobrenatural es descrito mediante mitos, leyendas y obras sagradas. El monoteísmo es la creencia en la existencia de un solo Dios; las religiones monoteístas más extendidas son el judaísmo, el cristianismo y, más tarde, el Islam.

I.1. LITERATURA EN MESOPOTAMIA

En Mesopotamia florecieron diversas culturas desde el IV milenio a.C.: sumerios, arcadios, babilonios, asirios, hititas…Estas culturas desarrollaron las primeras formas de escritura conocidas y legaron, a través de tablillas de arcilla, una literatura compuesta por textos e himnos religiosos y por poemas épicos sobre los orígenes del mundo, como el Enuma Elish, el poema babilónico de la creación. Esta cosmogonía del II milenio a.C. recoge la creación del Universo, de los dioses y, finalmente, del hombre. En ella encontramos motivos comunes a otras civilizaciones, recogidos, por ejemplo, en el Génesis bíblico. 

Marduk mata a Kingú
El Enuma Elish viene a justificar la posición principal del dios Marduk, protector de Babilonia, como el principal del panteón mesopotámico. Al principio solo existían Apsu (el océano dulce) y Tiamat ((el océano salado). De su unión sale una primera generación de dioses, de los que los principales son Anu y Ea. Estos son los padres de Marduk. 
Pronto surge la disputa entre los dioses sobre quién de ellos ocupará la primacía. Ea mata a Apsu y Tiamat se venga con la creación de un ejército de monstruos de entre los que destaca Kingú (hombre-escorpión). Los demás dioses eligen a Marduk como su líder y este se enfrenta a Tiamat y lo vence. Lo parte en dos mitades y de ellas hace el cielo y la tierra. Por último, derrota y mata a Kingú, y con su sangre mezclada con la tierra crea la humanidad. 

El Poema de Gilgamesh es la obra más conocida de la literatura babilónica. Compuesto hace más de 4000 años, se trata de un poema épico que narra los infructuosos viajes del héroe protagonista, Gilgamesh, para hallar un remedio contra la muerte de su amigo Enkidu. La primera redacción que ha llegado a nuestras manos data, aproximadamente, del 2000 a.C, aunque de ella no quedan sino fragmentos inconexos. La copia más extensa se conserva en las 12 tablillas que se encontraron en la biblioteca del rey Asurbanipal. 

Gilgamesh y Enkidu matan al Toro de los Cielos
Gilgamesh es un hombre perfecto, un súperhombre. De él se dice que es dos tercios dios y un tercio humano. Es el rey de la ciudad de Uruk y gobierna como un déspota. Sus súbditos se quejan a los dioses de la soberbia con que los trata su soberano y estos envían a Enkidu como castigo. Enkidu es una copia en negativo de Gilgamesh. Si este representa el triunfo de la civilización, su contrario es el primitivismo de la barbarie. Ambos combaten, pero sus poderes son iguales y ninguno de ellos vence al otro. Al final optan por mantener una verdadera amistad. A partir de entonces protagonizarán juntos numerosas aventuras.
En una de ellas, la diosa Ishtar pide a Gilgamesh que corte un árbol para fabricarse unos muebles. El árbol está protegido por monstruos feroces a los que el héroe logra expulsar. Entonces fabrica dos objetos rituales que reciben el nombre de pukku y mukku, que caen a los infiernos. Enkidu se presta a bajar allí y rescatarlos. Cuando regresa, cuenta a Gilgamesh las calamitosas condiciones de vida que llevan los muertos. 
Ishtar quiere premiar a Gilgamesh sus servicios y le propone matrimonio, pero él la rechaza. Los dioses castigan tal humillación enviándoles el Toro de los Cielos. Los dos héroes luchan contra él y lo matan. Entonces los dioses decretan que Enkidu debe morir. Gilgamesh, ante la muerte de su compañero, toma conciencia de su propia mortalidad y emprende un viaje en busca del secreto de la inmortalidad. Llega a las Aguas de la Muerte, donde se encuentra con Utnapishtin, el único hombre inmortal, al que los dioses concedieron esta gracia por haber sobrevivido al Diluvio Universal. Este personaje le dice a Gilgamesh que en el fondo de esas aguas se encuentra una planta que tiene el poder de vencer a la muerte. El héroe se sumerge y toma la planta, pero cuando sale de las aguas una serpiente se la arrebata. Gilgamesh ya nunca podrá ser inmortal y regresa a Uruk para disfrutar de los últimos años de su vida.  



I.2. LITERATURA EN EGIPTO

Los más arcaicos testimonios en la literatura del antiguo Egipto (III milenio a.C.) son composiciones litúrgicas, literatura sapiencial (Instrucción de Ptahhotep), cantos de trabajo y textos de agudo pesimismo, como el Diálogo de un hombre cansado de la vida con su espíritu. Más adelante (II milenio a.C) florece la narrativa, en la que destacan las Aventuras de Sinuhé o el Cuento de un náufrago, así como la poesía sacra (el célebre Himno al Sol).

El Libro de los Muertos consiste en una recopilación de fórmulas mágicas y religiosas, destinadas a ayudar, guiar y proteger al difunto en el más allá. Esta tradición tuvo su origen a lo largo del segundo milenio a.C. en las inscripciones funerarias grabadas en las paredes de las tumbas, las cuales, a lo largo de los siglos, se volvieron tan extensas que pasaron a ser escritas sobre papiro, en rollos que se depositaban junto al fallecido. 

Osiris preside el Juicio de los Muertos
Los egipcios se representaban el Infierno como un laberinto de ríos, islas, desiertos y lagos de fuego. En su viaje por este territorio el alma debía sortear todos estos obstáculos hasta llegar ante la presencia de Osiris. Para ello disponía de numerosos conjuros. 
Osiris preside el Juicio de los Muertos, elemento central de la obra. Este dios sostiene una balanza con dos platillos. En uno de ellos está el corazón del muerto y en el otro, la pluma de Maat (diosa de la verdad y de justicia). El alma sólo lograba pasar a la vida eterna si su corazón pesaba menos que la pluma. Para ello también disponía de un conjuro. 
El relato de este viaje y el conjunto de los conjuros constituyen la parte fundamental del Libro de los Muertos. 



I.3. LITERATURA CHINA

Los textos chinos más antiguos se remontan al primer milenio a.C. La mayoría son de tipo religioso, como el I-Ching, o filosófico, como las obras de Confucio o de los taoístas.

a) La poesía presenta una singular característica, debida a las peculiaridades de la lengua china que hacen posible efectuar varias lecturas de los textos, que se vuelven así más misteriosos y sugestivos. Es un género de larguísima tradición, que se inicia con las antiguas figuras de Chu Yuan (s. IV a.C) o Tao Quian (s. IV-V). El siglo VIII es la edad de oro de la poesía china.
b) El teatro es, desde el siglo XIV, toda una institución de la vida china. Las tramas en prosa (sencillas al principio aunque progresivamente más complicadas) se combinan con canciones y con comentarios en verso. La puesta en escena está fuertemente codificada y ritualizada.
c) La narrativa no se consolida hasta finales del siglo XIV, con la Historia de los tres reinos de Luo Ben. Los títulos clásicos son Viaje a Occidente de Wu Cheng’en (siglo XVI), de tono fantástico; La ciruela del vaso de oro, de Wang Shizhen (siglo XVII), entre realista y erótica, y la novela amorosa El sueño del pabellón rojo de Cao Zhan (siglo XVIII).



I.4. LITERATURA INDIA

I.4.1. Periodo védico: la primera fase de la literatura sánscrita toma su nombre de la palabra “veda” (“ciencia”). Básicamente, consiste en una amplia serie de textos religiosos: los más antiguos, agrupados en el Rig-Veda, se remontan al siglo XV a.C.

I.4.2. Periodo clásico: comienza hacia el siglo IV a.C. y presenta una notable diversidad de géneros.

a) La epopeya tradicional nos ha legado dos grandes obras, el Mahabharata y el Ramayana, ambas recogidas por escrito en el siglo II. El Mahabharata consta de más de 200.000 versos repartidos en 18 cantos; alrededor de una trama central legendaria sobre las luchas entre los descendientes de dos hermanos, se van intercalando descripciones, largos discursos, historias secundarias (como la de Nala y Damayanti o la del anillo de Sakuntala), y hasta un tratado filosófico, el Bhagavadgita. El Ramayana, atribuido a Valmiki, narra los esfuerzos del rey Rama por rescatar a su esposa, raptada por el rey de los demonios. 
b) Desde el siglo II a.C se desarrolla una rica tradición dramática. Destacan títulos como Sakuntala de Kalidasa, una bella historia de amor, o el llamado “Romeo y Julieta hindú”, el Malatimadhava de Bhavabhuti.

c) De las abundantes recopilaciones de cuentos y fábulas indias, la más antigua y famosa es el Panchatantra (siglos IV-V). Este libro se incorporó a la tradición occidental a través de versiones árabes, que llegaron hasta la España medieval con el título de Calila y Dimna.

d) El tratado erótico Kamasutra (siglo V) se incluye dentro de los textos religiosos de la India. Por otro lado, en las abundantes obras inspiradas en la figura de Buda se basó una biografía árabe, Barlaam y Josafat, que a través del castellano llegó a Occidente.


I.4. LA BIBLIA.


   Se conoce con este nombre al conjunto de libros canónicos del judaísmo y el cristianismo. La Biblia compilaba documentos separados, llamados "libros", que fueron escritos primero en hebreo y arameo (Antiguo Testamento) y, después, en griego (Nuevo Testamento, si bien algunos de sus libros aparecen en arameo). El pueblo judío identifica La Biblia únicamente con el Tanaj (el Antiguo Testamento). 
      La Biblia cristiana fue ensamblada por primera vez en el Concilio de Hipona (año 393 d.C.); dicho canon, compuesto por 73 libros, fue confirmado en el Concilio de Cartago en el año 397 y, posteriormente, en el Concilio de Trento de 1546 (este último solo es válido para los católicos romanos. Fue escrita a lo alrgo de unos 1000 años (900 a.C> 100 d.C.) y ha sido traducida a más de 2000 lenguas, por lo que puede afirmarse que se trata del libro con mayor difusión de la historia de la humanidad. Se conoce como Vulgata la traducción que realizó san Jerónimo al latín vulgar a principios del siglo V por encargo del papa Dámaso I.

I.4.1. Los libros de La Biblia
  •   Antiguo Testamento. Pentateuco [Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio], Libros históricos de profetas [Josué, Jueces, Ruth, Samuel I y II, Reyes I y II, Crónicas I y II, Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Esther, Macabeos I y II], Libros de los profetas [Mayores: Isaías, Jeremías, Lamentaciones de Jeremías, Baruc, Ezequiel, Daniel/ Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías], Libros sapienciales o gnómicos [Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico]
  •         Nuevo Testamento. Está formado por los siguientes libros:
      a) Los cuatro Evangelios canónicos, cuya autoría se adjudica a los Apóstoles san Mateo, san Marcos, san Juan y san Lucas. Todos están escritos en griego, a excepción del Evangelio de san Mateo, que está escrito en arameo. Existen unos evangelios apócrifos que no fueron añadidos a La Biblia al no ser reconocidos por las iglesias cristianas. La mayoría de los expertos considera que fueron escritos en la segunda mitad del siglo I d. C, aproximadamente entre 35 y 60 años después de la muerte de Jesús de Nazaret. Pertenecen al género histórico-biográfico: todos narran la vida, doctrina y milagros de Cristo; por la semejanza que guardan entre sí se denominan sinópticos.
b) Hechos de los apóstoles: es la única historia de la Iglesia primitiva conservada, y está redactada con el mismo estilo de los tratados históricos.

c) Las catorce espístolas que escribió san Pablo y las siete Epístolas católicas: pertenecen al género epistolar, en el que se fusiona el carácter religioso de los textos bíblicos con el género didáctico y sapiencial. Las epístolas de san Pablo están dirigidas a los Romanos, a los Corintios, los Gálatas, los Efesios, los Colosenses, los Tesalonicenses, a Timoteo, a Tito, a Filemón y a los Hebreos. Su finalidad es dar instrucciones a los cristianos sobre el modo de comportarse y responder a sus inquietudes. Los autores de las Epístolas católicas son Santiago, san Pedro, san Juan y san Judas. Van dirigidas a todos los fieles en general y son más tardías que las de san Pedro.
d) El Apocalipsis: es el último libro de La Biblia. Se atribuye a san Juan y fue escrito a finales del siglo I o principios del II, cuando las persecuciones romanas contra los cristianos se hicieron más cruentas, en tiempos del emperador Domiciano. Por su género, es el único libro del Nuevo Testamento exclusivamente profético y es, quizás, el escrito más críptico de toda La Biblia, pues el gran número de símbolos, visiones y sucesos que describe complica en gran manera su interpretación. 



[SEGUNDA PARTE]: LA LITERATURA CLÁSICA 

I. LA LITERATURA GRIEGA



La literatura occidental comienza en Grecia. Las manifestaciones artísticas griegas se caracterizan por su sentido de la mesura, la sujección a una norma y por el seguimiento de un método. En el campo de la literatura, los autores helenos disponían de dos instrumentos esenciales:

a) La mitología: el pueblo griego adoró primero a las fuerzas de la naturaleza, convirtiéndolas en dioses con formas y sentimientos humanos (antropomorfismo), pero que poseían mayor fuerza y belleza que los hombres y, sobre todo, eran inmortales. También crearon héroes, nacidos de la unión entre un dios y un mortal. De esta rica tradición oral surgieron los mitos; los mitos pervivirán gracias a su belleza y a sus apasionantes tramas, que serán fuente de inspiración para la creación literaria. La amplitud y complicación de los mitos griegos hizo necesario recopilarlos y sistematizarlos. De ello se encargó Hesíodo (s. VIII a.C.). Sus principales obras son:
  • Teogonía: poema donde se relatan los mitos del origen del mundo y se resume el parentesco entre los dioses. Es el único texto que conservamos en que se exponga de manera organizada el conjunto de los dioses griegos.
  • Los trabajos y los días: poema de intención moral en que explica las labores agrícolas, a la vez que hace reflexiones sobre la ambición de riquezas y las virtudes del trabajo.
b) La lengua griega posee una fonética musical, una sintaxis flexible y un léxico rico, lo cual la hacía muy apta para el canto y facilitaba la expresión del sentimiento.


I.1. LA POESÍA ÉPICA GRIEGA


Nace como herencia de una rica tradición oral y cuenta las hazañas de los héroes del pasado; es obra de un aedo o rapsoda, quien recitaba un cantar que previamente había oído, manteniendo viva una larga cadena poética y musical. Él conserva los elementos tradicionales, pero a la vez innova, pues no dispone de un texto prefijado, sino que crea su obra valiéndose de su conocimiento de las leyendas y de un surtido de fórmulas fijas.


Los rasgos esenciales de la poesía épica son:


a) La recurrencia a temas mitológicos.

b) La utilización de una lengua arcaica y artificial.
c) El empleo de fórmulas épicas (epíteto épico: Aquiles, el de los pies ligeros y repeticiones).
d) El uso de un solo tipo de verso (hexámetro).

 I.1.1. HOMERO: es el único rapsoda del que se conservan poemas; poeta del siglo VIII a.C., apenas se sabe nada de su vida: en alguna época se puso en cuestión su existencia real y se pensó que los poemas homéricos eran fruto de la tradición popular oral, unificada bajo el nombre de un poeta inexistente, pero hoy parece seguro que sí existió, y que dichos poemas fueron elaborados por una sola persona. Según la tradición, Homero era ciego y parece ser que estaba relacionado con los ambientes de la nobleza, cuyas virtudes guerreras glorificaba en sus poemas.


A. La Iliada, dividida en 24 cantos, narra un episodio en el último de los diez años de la guerra de Troya (Ilión, en griego): 


Agamenón ha ordenado raptar a la hija de un sacerdote troyano de Apolo porque quiere convertirla en su compañera de lecho. El padre suplica a su dios que castigue a las tropas griegas con la peste. Apolo escucha el ruego de su sacerdote y envía la terrible enfermedad al campamento de los griegos. El pánico cunde entre ellos y preguntan a su adivino Calcante qué se puede hacer contra la peste. El único remedio es que Agamenón devuelva a la hija del sacerdote. El rey de los griegos cede pero, para no quedar en ridículo ante sus soldados, decide arrebatarle a Aquiles, el mejor de los suyos, a Briseida, su esclava favorita. Aquiles reacciona abandonando la lucha y, con él, Patroclo, su amigo más íntimo. Agamenón había herido el honor de Aquiles y aquí  es donde comienza la Iliada de Homero:

"Canta, oh Musa, la cólera de Aquiles, hijo de Peleo; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, y entregó sus cuerpos como presa a los perros y pasto de las aves..."

Tan pronto como Aquiles y Patroclo dejan de combatir, los troyanos avanzan cada vez más entre las filas griegas. Los principales héroes griegos tratan de convencerlo para que vuelva a la lucha hasta que, finalmente, consiguen que, al menos, deje participar a Patroclo. Este se reviste con la armadura de su amigo pero, en la primera batalla, Héctor, el más grande héroe de los troyanos, lo mata. La guerra se interrumpe durante varios días para celebrar los funerales de Patroclo, mientras los griegos tratan de consolar el inmenso dolor de Aquiles y los troyanos lo respetan. Finalmente Aquiles vuelve a la batalla y aniquila al asesino de su amigo. Para humillar más a Héctor, arrastra su cadáver alrededor de la pira de Patroclo y no permite que se le incinere. 
Desde lo alto de las murallas Príamo, rey de Troya y padre de Héctor, lo ha visto todo. Decidido a rescatar el cuerpo de su hijo para poder honrarlo debidamente, atraviesa el campamento griego vestido pobremente y entra en la tienda de Aquiles. Allí se arrodilla ante su enemigo y le suplica que le devuelva a su hijo. El héroe griego le permite que se lleve el cuerpo de Héctor y con ello finaliza la Iliada.





Aquiles mata a Héctor

B. La Odisea relata, también en 24 cantos, el largo viaje de Ulises (Odiseo, en griego) desde Troya hasta su patria, Ítaca. La construcción de la Odisea es complicada y difícil, no tiene nada que ver con la sencillez arcaica de la Iliada. Este es uno de los motivos de por qué la investigación sostiene que la Iliada y la Odisea son de diferentes poetas. 


Homero hace comenzar su historia en el firmamento de los dioses. Estos miran hacia abajo y ven la isla en donde la ninfa Calipso retiene a Odiseo, diez años después del fin de la Guerra de Troya. La ninfa le ha prometido la inmortalidad si se queda con ella y olvida a su esposa Penélope, a la que no ve desde hace veinte años. Pero Odiseo rechaza su oferta y desea regresar a Ítaca.
Allí se encuentran Penélope y Telémaco, su hijo, a quien Odiseo aún no conoce. Cien pretendientes desean a la reina de Ítaca y pretenden, cada cual, convencerla de que Odiseo está muerto y de que elija a uno de ellos como nuevo esposo.
Los dioses ordenan a Calipso que deje libre a Odiseo, quien, con la ayuda de la ninfa, construye una balsa y se hace a la mar. Pero inmediatamente emerge Poseidón, su peor enemigo, y se la destroza. Odiseo naufraga en la isla de los feacios y allí lo encuentra Nausica, la hija del rey Alcínoo. El héroe es conducido a palacio, donde se le recibe con una gran fiesta. Un cantor interpreta canciones y baladas, entre las cuales se encuentra la de la caída de Troya. En este canto aparece Odiseo que, al oír estos hechos, rompe a llorar. Todos se sorprenden de esta reacción y entonces Alcínoo pregunta a su invitado quién es y por qué llora. Entonces Odiseo empieza a contar su historia al rey de los feacios y, al mismo tiempo, a nosotros, porque Homero ha dejado en forma de narración en primera persona toda la parte central de la Odisea, en la que se describen las aventuras vividas por el héroe en su viaje desde Troya.
Odiseo refiere su encuentro con el cíclope Polifemo y cómo lo venció. Su llegada a la isla donde Circe, la hechicera, convirtió a sus compañeros en cerdos. Su bajada a los infiernos, donde habla con la sombra de Aquiles. Su navegación ante la isla de las sirenas, cuyo canto logra escuchar sin peligro gracias a su astucia. El paso por Escila y Caribdis, donde pierde a casi toda su tripulación y, finalmente, cuando sus compañeros sacrifican las reses de Helios, todos los que quedan son destruidos. Y cómo, solo y abandonado, llega a la isla de Calipso.
Los feacios se compadecen de Odiseo y le proporcionan un barco que, por fin, lo lleva hasta Ítaca. Cuando llega a su patria, el héroe se encuentra con que los pretendientes acosan a Penélope y están devorando su hacienda. Disfrazado de mendigo, se dirige hacia palacio. Allí, Penélope ha accedido a casarse con aquel que logre tensar el arco de Odiseo y disparar una flecha. Ninguno lo consigue, salvo el pobre mendigo que acaba de llegar y al que, por burlarse de él, los pretendientes le permiten probar. Odiseo entonces mata a los pretendientes con su arco, ayudado por su hijo Telémaco y sus más fieles servidores. Pero Penélope no se fía y no se decide a reconocer aún a su marido. Odiseo finalmente la convence contándole el secreto que solo los dos conocen: su lecho nupcial está tallado en el tronco de un viejo olivo.


Como Ulises, de Javier Krahe:
 




TEXTO 1
[Ulises, en su camino de regreso a Ítaca, narra a unos huéspedes las aventuras que le acontecen durante el viaje. Muchas de estas aventuras tienen un elemento fantástico, como la del enfrentamiento con el cíclope Polifemo. Este monstruo de un solo ojo tiene prisioneros a Ulises y sus compañeros, a algunos de los cuales ha devorado. Ulises, gracias a su astucia, consigue acabar con Polifemo y liberar a sus compañeros]:

Acabadas con prontitud tales cosas, agarró a otros dos de mis amigos y con ellos se aparejó la cena. Entonces, me llegué al cíclope y, teniendo en la mano una copa de negro vino, le hablé de esta manera:

ULISES.–Toma, cíclope, bebe vino, ya que comiste carne humana, a fin de que sepas qué bebida se guardaba en nuestro buque. Te lo traía para ofrecer una libación en el caso de que te apiadases de mí y me enviaras a mi casa, pero tú te enfureces de intolerable modo. ¡Cruel! ¿Qué seres humanos llegarán hasta aquí en lo sucesivo, si te portas de modo tan injusto?


Así le dije. Tomó el vino y se lo bebió. Y le gustó tanto el dulce licor que me pidió más.


POLIFEMO.–Dame de buen grado más vino y hazme saber inmediatamente tu nombre para que te ofrezca un don hospitalario con el que te alegres. Pues también a los cíclopes la fértil tierra les produce vino en gruesos racimos, que crecen con la lluvia enviada por Zeus; mas esto se compone de néctar y ambrosía.


Así habló y yo volví a servirle el negro vino; tres veces se lo presenté y tres bebió incautamente. Y cuando los vapores del vino envolvieron la mente del cíclope, le dije con suaves palabras:


ULISES.–¡Cíclope! Preguntas cuál es mi nombre ilustre y voy a decírtelo; pero dame el presente hospitalario que me has prometido. Mi nombre es Nadie y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos.


Así le hablé, y en seguida me respondió con ánimo cruel:


POLIFEMO.–A Nadie me lo comeré el último, después de sus compañeros, y a todos los demás antes que a él: tal será el don hospitalario que te ofrezco.


Así dijo; se tiró hacia atrás y cayó de espaldas. Así echado, dobló el robusto cuello y le venció el sueño, que todo lo rinde: le salía de la garganta el vino con pedazos de carne humana, y eructaba por estar cargado de vino. Entonces metí la estaca debajo del abundante rescoldo para calentarla y animé con mis palabras a todos mis compañeros, no fuera que alguno, poseído de miedo, se retirase. Mas cuando la estaca de olivo, con ser verde, estaba a punto de arder y relumbraba intensamente, fui y la saqué del fuego; me rodearon mis compañeros y algún dios nos infundió gran audacia. Ellos, tomando la estaca de olivo, la hincaron por la aguzada punta en el ojo del cíclope y yo, alzándome, la hacía girar por arriba.




TEXTO 2. 

[Tras una estancia en la isla de Circe, Ulises y sus compañeros parten rumbo a Ítaca. La maga, antes de la partida de Ulises, le advierte de los múltiples peligros con que se va a encontrar en el camino de vuelta, como, por ejemplo, que va a cruzarse con las sirenas, seres mágicos con cuya voz encantan a los hombres, de manera que estos ya no vuelven a ver a sus esposas e hijos. Y así evita Ulises dejarse llevar por los seductores cantos de las sirenas]:

Tomé al instante un gran pan de cera y lo partí con el agudo bronce en pedacitos, que me puse luego a apretar con mis robustas manos. Pronto se calentó la cera, porque hubo de ceder a la gran fuerza y a los rayos del sol, y fui tapando con ella los oídos de todos los compañeros. Me ataron estos en la nave, de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil; ligaron las sogas al mismo y, sentándose en los bancos, tornaron a batir con los remos el espumoso mar. Hicimos andar la nave muy rápidamente, y, al hallarnos tan cerca de la orilla que allá pudieran llegar nuestras voces, no les pasó inadvertido a las sirenas que la ligera embarcación navegaba a poca distancia y empezaron un sonoro canto:

LAS SIRENAS.–¡Llega acá, célebre Ulises, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca, sino que se van todos, después de recrearse con ella, sabiendo más que antes, pues sabemos cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros por la voluntad de los dioses, y conocemos también todo lo que ocurre en la fértil tierra.

Esto dijeron con su hermosa voz. Sintió mi corazón ganas de oírlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que me desatasen, pero todos se inclinaron y se pusieron a remar. Y, levantándose Perimedes y Euríloco, me ataron con nuevos lazos, que me sujetaban más reciamente. Cuando dejamos atrás las sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, se quitaron mis fieles compañeros la cera con que había yo tapado sus oídos y me soltaron las ligaduras.



I.2. LA POESÍA LÍRICA GRIEGA

Si la poesía épica narra los hechos gloriosos del pasado, la poesía lírica se ocupa de los sentimientos e inquietudes del presente y da lugar a una poesía más emotiva e íntima. Aunque apenas se conservan unos pocos fragmentos, estos textos líricos bastan para darnos una idea de la belleza y frescura de estos poemas.
  • Lírica coral. Son poemas concebidos para ser cantados por un coro: esta circunstancia hace que la lírica coral tuviese lugar en acontecimientos sociales o públicos. Se trata de largas y complejas composiciones destinadas a ser cantadas en fiestas religiosas, funerales, bodas u otras celebraciones. Su mayor representante es Píndaro, poeta profesional nacido a finales del siglo VI a.C. Píndaro se hizo famoso por sus poemas en honor a los vencedores olímpicos. Cuando un vencedor regresaba a su ciudad, era recibido como un héroe, con festines en los que se cantaban poemas corales llamados Cantos de victoria o epinicios. Las odas tenían distintos nombres en función de dónde hubiesen tenido lugar los Juegos; por ejemplo, las Odas olímpicas se llaman así porque conmemoran a los vencedores de los juegos que tuvieron lugar en Olimpia.

Safo
  • Lírica individual. También llamada lírica monódica, está compuesta por poemas más breves, de recitación individual. Su temática es variada: los hay morales, satíricos, los que cantan los placeres de la vida o las experiencias amorosas, pero, sobre todo, expresan la subjetividad del poeta.
    • Arquíloco. Aristócrata arruinado nacido a finales del siglo VII, compuso canciones amorosas y satíricas, en las que se burlaba de la importancia que daba la nobleza a los honores ganados en el campo de batalla. 
    • Alceo. Poeta contemporáneo de Safo (ambos nacieron en el siglo VII a.C.). De origen noble, defendió en sus poemas a los aristócratas de Lesbos, que se debatían en luchas sociales con otras clases.
    • Safo. Fue la poetisa más importante y leída en la Antigüedad. Residió una época en Sicilia y dirigió en Lesbos una escuela literaria para chicas jóvenes de origen noble.La leyenda le atribuye diversos episodios, como su suicidio por un amor no correspondido. Solo se conservan 650 versos de sus obras, en los que canta las íntimas alegrías y penas de sus amores y crea un mundo propio de sentimientos y sensibilidad. Safo creó el verso sáfico, verso de once sílabas distribuidas en cinco pies. Este verso dio lugar a la estrofa sáfica y fue introducido en la poesía latina por Horacio. 
    • Anacreonte. Poeta nacido a mediados del siglo VI a.C., dedicó toda su producción poética a cantar al vino, a la juventud y a los placeres del amor y de la vida. El adjetivo anacreóntico, aplicado a la poesía, ha quedado como sinónimo de una clase de composiciones destinadas a ensalzar los aspectos más placenteros de la vida.
Antología de textos líricos griegos:

1. ARQUÍLOCO DE PAROS


Algún Sayo alardea con mi escudo, arma sin tacha,


que tras un matorral abandoné, a pesar mío.


Puse a salvo mi vida. ¿Qué me importa a mí el tal escudo?


¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor.

 2. PÍNDARO


Lo mejor es, de un lado, el agua, y, de otro, el oro, como ardiente fuego,


que destaca en la noche por encima de la magnífica riqueza.


Y si certámenes atléticos celebrar


anhelas, querido corazón,


ni busques otra estrella más cálida que el sol


brillante en el día como todo el yermo éter,


ni ensalcemos otra composición superior a la de Olimpia.

 3. ALCEO DE MITELENE


Me desconcierta la revuelta de los vientos.


De aquí llega rodando una ola y por allá


otra, y nosotros en medio arrastrados


nos vemos en nuestra nave negra,


afligidos por la muy enorme tempestad.


El agua de la sentina ya cubre el pie del mástil.


Toda la vela está ya transparente,


y cuelga en grandes jirones su tela,


no logran asideros las anclas, y el timón…


… mis dos piernas se afirman en las jarcias


y solo esto me mantiene a salvo.


Toda la carga arrastrada fuera de borda va.

4.  SAFO:



Me parece que es igual a los dioses


el hombre aquel que frente a ti se sienta,


y a tu lado absorto escucha mientras


dulcemente hablas


y encantadora sonríes. Lo que a mí


el corazón en el pecho me arrebata;


apenas te miro y entonces no puedo


decir ya palabra.


Al punto se me espesa la lengua


y de pronto un sutil fuego me corre


bajo la piel, por mis ojos nada veo,


los oídos me zumban,


me invade un frío sudor y toda entera


me estremezco, más que la hierba pálida


estoy, y apenas distante de la muerte


me siento, infeliz.

5. ANACREONTE:  
Echándome de nuevo su pelota de púrpura


Eros de cabellera dorada


me invita a compartir el juego


con la muchacha de sandalias de colores.


Pero ella, que es de la bien trazada Lesbos,


mi cabellera, por ser blanca, desprecia,


y mira, embobada, hacia alguna cosa. 





I.3. EL TEATRO GRIEGO


I.3.1. LOS ORÍGENES DEL TEATRO


En la antigua Grecia la representación teatral se relaciona íntimamente con los rituales religiosos. De hecho, según nos explica Aristóteles en su Poética, los cantos y bailes (ditirambos) realizados en honor al dios Dionisos constituyen el origen de la tragedia. Los cincuenta participantes de este ritual danzaban dispuestos en un coro circular alrededor del altar del dios, lo que constituía la versión civilizada (en oposición a las danzas orgiásticas) de las celebraciones báquicas. De este coro originario se desgajaría un primer actor para dramatizar la historia narrada en el canto, posteriormente, le acompañaría un segundo actor y, más tarde, un tercero , siendo este el límite de personajes que pueden hablar en escena para la mentalidad teatral griega. 
Si bien existían distintos festivales que se acompañaban de certámenes teatrales, destacaban las celebraciones de las Grandes Dionisias en la capital ateniense. Estas fiestas se rodeaban de gran pompa, ya que no sólo constituían una demostración de reverencia a la divinidad sino que servían también (como no podía ser de otro modo) de propaganda política, es decir, eran una exhibición del poder de Atenas. Durante la última semana del mes de marzo, en una especie de festivales dramáticos pagados por los coregos (personas adineradas que abonaban así sus tributos), tres autores representaban cada uno tres tragedias y un drama satírico. Las representaciones teatrales se sometían a un concurso y un jurado, elegido a suerte entre el pueblo, premiaba al dramaturgo, al corego y a los actores.


I.3.2. La estructura del teatro griego


Sólo hemos conservado teatros griegos del siglo IV a.C, por lo que no podemos conocer cuál era su estructura exacta en la época de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Se piensa que el proscenio estaba elevado en relación con la orquesta. El decorado de fondo se llamaba escena y era fijo, como en los teatros españoles del Siglo de Oro. No debía ser demasiado sofisticado, es decir, debía representar un escenario genérico [fue Sófocles el inventor de las escenas pintadas (escenografía) sobre paneles que se quitaban y ponían según las necesidades de la representación]. También era necesaria la existencia de dos puertas por las que salían y entraban los personajes, y era posible utilizar la parte superior de la escena para el parlamento de los dioses.

Se piensa que la tramoya escénica debía ser sencilla al suponer que el público tenía una desarrollada capacidad para imaginar lo que no se veía en el escenario.


I.3.3. El coro y los actores griegos

La representación teatral era un espectáculo completo puesto en escena por dos grupos de personajes: el coro y los actores.

El coro, formado por doce miembros llamados coreutas, ocupaba la orquestra. Tomaba parte en la acción cantando y, a veces, también con evoluciones o bailes. Su representante, el corifeo, intervenía de forma recitada y, como portavoz del coro, podía entrar en diálogo con los actores.


Los actores. El arte de actuación en la Grecia clásica era muy distinto al de la actualidad. Por lo pronto, en una tragedia griega no aparecen más de tres personajes con capacidad de palabra en escena, es decir, puede aparecer un número indefinido de personajes mudos (en la jerga actual, “extras”), pero sólo tres sostendrán el diálogo. No hay actrices, los papeles femeninos son representados por hombres. Asimismo, las condiciones de representación son muy distintas: los actores llevan máscara y un vestuario estereotipado que les hace fácilmente identificables por el público. Calzan coturnos. 




I.3.4. La tragedia griega

El teatro griego tenía como principal finalidad hacer reflexionar al espectador sobre los problemas que atañen al ser humano, de manera que la representación de la obra sirviese de enseñanza. El espectador, al ver los trágicos sucesos que acontecen a los protagonistas, experimenta un sentimiento llamado catarsis (término acuñado por Aristóteles), que le purifica, sosiega sus pasiones negativas y le hace ser mejor persona y mejor ciudadano. Con ello, el teatro en Grecia no es solo una diversión o entretenimiento, sino que cumple una función de educación social


Los argumentos de la tragedia, extraídos siempre de leyendas mitológicas, tratan sobre temas serios. Se centran en las dramáticas consecuencias de la lucha del hombre contra su destino. La muerte y el dolor están muy presentes, y suelen funcionar como consecuencia y castigo para quien intenta cambiar su destino. Los protagonistas de la tragedia son héroes o personajes de origen noble, por lo cual el lenguaje que emplean es elevado, solemne y grandilocuente, propio de la altura y categoría de los personajes.


Las tragedias constan de los siguientes elementos dramáticos:


a) Un prólogo uno o varios personajes dan información para entender la acción. A continuación entra el coro en la orquesta, cantando.

b) Varios episodios donde los actores desarrollan la acción dramática. Cuando estos salen del escenario, interviene el coro para reflexionar sobre lo acontecido en la obra.
c) El éxodo o desenlace de la acción, con una reflexión final del coro.


Esquilo (525-456 a.C.) El primero de los tres grandes trágicos es quien dio grandeza y esplendor a este género teatral. Aumentó de uno a dos el número de actores, redujo la importancia del coro, y dio prioridad a los diálogos. De él se conservan siete obras: la trilogía Orestíada (compuesta por Agamenón, Coéforas y Euménides), Los persas, Los siete contra Tebas, Las suplicantes y Prometeo encadenado.

Sófocles (495-406 a.C.) Es el más clásico de los tres y el que eleva la tragedia a la perfección artística. También lleva a cabo cambios en el género, ya que aumenta de dos a tres el número de personajes, añade más acción a las tramas, y potencia la decoración y la indumentaria de los actores. Sus personajes, aun siendo idealizados, son algo más humanos que los de Esquilo. Se conservan siete obras completas de Sófocles: Áyax, Antígona, Edipo rey, Las traquinianas, Electra, Filoctetes y Edipo en Colona.

Edipo guiado por Antígona fuera de Tebas, Ch. F. Jalabert
En Edipo Rey, la peste asola la ciudad de Tebas. Edipo, su rey, ha enviado a Creonte a consultar a Apolo en Delfos. Cuando regresa, anuncia que todo cesará cuando se descubra y castigue al asesino de Layo. Edipo pregunta al adivino Tiresias quién mató a Layo y él le acusa de ser el asesino de su padre, Layo, y el esposo de su madre Yocasta. Edipo piensa que es una jugada de Creonte para ocupar el poder. Yocasta le recomienda que esté tranquilo, porque Layo murió después de que el hijo de ambos muriera. Edipo cuenta a Yocasta que él llegó a la ciudad huyendo de otro vaticinio similar, que le predecía que mataría a su padre y yacería con su madre. Yocasta sabe de un pastor que acompañaba a Layo cuando murió y que puede testificar que no fue Edipo quien lo mató. Lo mandan llamar. Mientras tanto, un mendigo llega para anunciar que Pólibo, rey de Corinto y presunto padre de Edipo, ha muerto. Esto tranquiliza a Edipo porque hace imposible el cumplimiento de la profecía de que sería el asesino de su padre. Pero el mensajero le comunica que Pólibo no era su padre, sino que él mismo lo recogió de manos de un pastor servidor de Layo y se lo entregó al rey de Corinto para que lo cuidase como su hijo. Llega el pastor y corrobora todo lo dicho por el mensajero. Confirma que Edipo es hijo de Layo y que él cumplió el encargo de Yocasta de matarlo en el bosque, cuando nació, para que no se cumpliera la profecía de que ese niño mataría a su padre y se casaría con su madre. Edipo comprende su horrendo crimen, se arranca los ojos y se va desterrado de Tebas.

Antígona cubre de polvo el cadáver de Polinices
La tragedia Antígona presupone que, una vez muerto Edipo, le suceden sus dos hijos, Eteocles y Polinices, con el acuerdo de reinar alternativamente. Cuando le toca asumir el poder a Polinices, Eteocles se niega a abandonar el trono. Polinices ataca desde Argos y asedia Tebas. Ambos mueren y ocupa el trono su tío Creonte.
La obra da comienzo, en realidad, con Creonte mandando que se entierre a Eteocles con todos los honores, mientras que prohíbe que a Polinices se le rindan honras fúnebres. Su cuerpo debe quedar insepulto para que aves y perros lo despedacen. Antígona, hermana de Polinices, desobedece a su tío y cubre de polvo el cadáver. Creonte la condena a vivir sepultada en una cueva hasta que muera de hambre. Hemón, prometido de Antígona, suplica a su padre, Creonte, que reconsidere su decisión, pero el tirano no cede. El anciano y adivino Tiresias profetiza a Creonte que los dioses van a castigar su impiedad con la muerte de su hijo. Creonte acude entonces a sepultar a Polinices; en ese momento, escucha unos gritos que proceden de la cueva de Antígona. Al asomarse, ve a esta que se ha ahorcado y a su hijo que se ha suicidado con la espada. Regresa a Tebas con el cadáver de su hijo, y aún ha de presenciar el suicidio de su esposa Eurídice, desesperada por la muerte de Hemón.



Eurípides (480-406 a.C.) Aunque en vida fue menos valorado que Esquilo y Sófocles, fue el trágico más popular en época helenística. No tiene la grandiosidad de Sófocles, pero sus personajes son mucho más humanos; introdujo -sin apartar del todo la mitología- nuevos temas más modernos (la mujer, la psicología, la crítica a los dioses), y desarrolla al máximo las pasiones más oscuras y truculentas, especialmente en personajes femeninos. Se conservan diecisiete tragedias suyas, entre ellas Alcestes, Medea, Andrómaca, Las troyanas, Ifigenia en Táuride, Electra, Orestes y Las bacantes. También se conserva un drama satírico, El cíclope.

I.3.5. La comedia griega

La comedia es el contrapunto paródico y fantástico de la tragedia. En ella, la acción se sitúa en el presente, la trama está libremente inventada y la caída del antihéroe es motivo de risa y burla. La acción es a veces deshilvanada, e incluso se rompe la ilusión escénica. La trama fantástica contiene una parte que critica la hipocresía de la sociedad y de la vida humana en general. Con ello se busca restablecer la antigua moralidad, frente a la corrupción moderna en la que viven los espectadores. Por eso, aunque es fantástica, nos ofrece la descripción más realista de la sociedad griega de su tiempo, a pesar de que capta lo individual a través de tipos y no de verdaderos personajes. Su lenguaje es vulgar, incluso obsceno.



Aristófanes: Dramaturgo ateniense, considerado uno de los más grandes autores de comedias de la historia de la literatura. Sus obras se han representado a lo largo de los siglos y su ingenio, comicidad y lenguaje poético le han asegurado una popularidad duradera. Se cree que nació en los alrededores de Atenas. Probablemente recibió una buena educación. Fue famoso por su conservadurismo. Prefería la monarquía a la democracia; y las ideas filosóficas y teológicas establecidas, a las nuevas ideas de los sofistas. Su oposición a las novedades y reformas era más emocional que intelectual y tenía tendencia a no distinguir entre las propuestas progresivas y las retrógradas. Aristófanes escribió 44 obras de teatro, de las que nos han llegado 11. Representó sus tres primeras obras bajo seudónimo. Una de ellas, Los acamenses (425 a.C.), era un alegato para terminar la guerra con Esparta. Los caballeros (424 a.C.), la primera de las obras de Aristófanes representada con su nombre, es una devastadora sátira sobre el político y militar ateniense Cleón, campeón de las fuerzas democráticas y jefe del partido belicista. Las nubes (423 a.C.) es una sátira sobre el filósofo griego Sócrates, cuyos penetrantes análisis de los valores establecidos Aristófanes consideraba enemigos de los intereses del Estado. En Las avispas (422 a.C.) Aristófanes satiriza los tribunales de justicia de su tiempo, y en La paz (421 a.C.) vuelve a insistir en la conveniencia de que finalice la guerra entre Atenas y Esparta. En Las Aves (414 a.C.) ridiculiza el gusto de los atenienses por los litigios. Lisístrata (411 a.C.), otra sátira sobre la guerra en la que las mujeres luchan por la paz practicando el celibato, es su obra más famosa. Las tesmoforias (411 a.C.) y Las ranas (405 a.C.) incluyen ataques contra Eurípides. La asamblea de las mujeres (392 a.C.) es una sátira sobre la idea de la propiedad comunal, y en Pluto (388 a.C.) hace una reducción al absurdo del concepto de redistribución de la riqueza en Atenas. 
Estas obras, básicamente caprichos, estaban escritas en una forma menos cuidada que las tragedias, e incluían escenas dialogadas, extensas arengas corales y gran cantidad de música y danza. Aristófanes ejerció notable influencia en autores como Ben Jonson y Henry Fielding, entre otros muchos de todos los idiomas.
 

II. LA LITERATURA LATINA





Los textos líricos más antiguos del pueblo romano son de carácter oral: los carmina. Las primeras manifestaciones de una literatura escrita en latín surgen tras la conquista de la Magna Grecia, en el siglo III a.C. Esta literatura, que se adentra cronológicamente hasta la Edad Media, ofrece tres rasgos esenciales:

a) Muestra dependencia de la literatura griega, tanto en el desarrollo de los principales géneros literarios como en la mitología.
b) Presenta tendencia a la creación didáctica (historia, oratoria, ciencia)
c) Abarca las obras creadas durante el Imperio Romano (del siglo III a.C al siglo V d.C) y las escritas en latín durante la Edad Media, hasta el Renacimiento.

II.1. LA ÉPICA LATINA

Tras un primer período de contacto y traducción de la literatura griega por parte de los romanos, hacia el siglo II a.C. hay una asimilación del género épico griego por parte de los poetas latinos, quienes incluso abandonaron sus versos tradicionales por la métrica propia de la épica griega desde Homero (el hexámetro). El primer poeta romano que empleó este verso fue Ennio (239-169 a.C.) en su poema épico-histórico Annales.
De las dos tendencias posibles en la épica (el tema mitológico helenizante y la epopeya nacional, que exalta la propia historia), los poetas romanos se inclinaron preferentemente por la segunda. Solo hasta llegar a Virgilio no se consigue armonizar las dos tendencias.

II.1.1. VIRGILIO: LA ENEIDA


Salida de Eneas con su padre Anquises.
En Virgilio (70-19 a.C.) se sintetiza todo el esfuerzo de los poetas romanos durante dos siglos por romanizar la literatura griega. Su obra cumbre, la Eneida, es el poema épico nacional de Roma y, al mismo tiempo, la más griega de las obras literarias latinas. La Eneida fue compuesta por encargo del emperador Augusto con la intención de dotar a los orígenes de Roma de un pasado mítico, glorificar al emperador como descendiente directo del héroe Eneas e infundir sentimientos patrióticos y religiosos a los ciudadanos romanos.
Virgilio concibió el plan de la obra basándose en los poemas homéricos. La Eneida está dividida en dos partes, de seis cantos cada una; la primera parte, basada en la Odisea, narra cómo Eneas escapa, junto a su familia y algunos guerreros, de la destrucción de Troya, y relata su travesía hasta la costa del Lacio. La segunda parte, inspirada en la Ilíada, describe los combates de Eneas y su hueste contra algunos pueblos itálicos antes de asentarse, utilizando todos los elementos propios de la épica guerrera: las batallas, el catálogo de guerreros, los dioses que intervienen en ambos bandos, el combate singular y la victoria final del héroe.
La Eneida, además de presentar a los romanos como descendientes del héroe mítico Eneas, sirve para explicar acontecimientos de la historia de Roma, como las guerras con los griegos asentados en colonias al sur de Italia (ya que los romanos, como descendientes de los troyanos, querrían vengarse de los griegos) o la enemistad entre Roma y Cartago, originada en el despecho que Eneas hace a Dido, primera reina cartaginesa.
Todo el poema tiene una gran elaboración formal, con una técnica muy refinada, una estructuración del poema muy medida, y unos recursos expresivos y estilísticos de gran talento poético. La importancia de Virgilio fue muy grande ya desde tiempos de Roma, donde era considerado el poeta nacional. Y su influencia posterior también fue enorme, tanto en la Edad Media (especialmente notable en la obra de Dante y Petrarca), como en el Renacimiento.


TEXTO 1. 
[Después de seis años de viaje, la diosa Juno perturba con una tormenta la navegación de los troyanos, que a duras penas logran desembarcar en Libia. Allí Eneas se dirige a la ciudad de Cartago, y Dido, su reina, invita al héroe a un banquete. Dido, enamorada por el embrujo de Cupido, pide a Eneas que le narre la caída de Troya y su posterior vida errante. Tras la narración de Eneas, los amantes se entregan a la pasión, pero el dios Mercurio le recuerda a Eneas que debe partir rumbo a Italia, ya que los dioses esperan que su descendencia sea la fundadora del gran imperio que será Roma. Eneas prepara la flota y abandona a Dido, que se suicida no sin antes maldecir a los troyanos y anunciarles la eterna enemistad de Cartago. De esta manera, Virgilio explica, a través de la leyenda, el origen de un hecho histórico de Roma, las guerras que hubo entre cartagineses y romanos en el siglo III a.C.]:

«Si es forzoso que ese infame arribe al puerto y pise el suelo de Italia, si así lo exigen los hados de Júpiter y este término es inevitable, que a lo menos, acosado por la guerra y las armas de un pueblo audaz, desterrado de las fronteras, arrancado de los brazos de Iulo, implore auxilio y vea la indigna matanza de sus compañeros; y cuando se someta a las condiciones de una paz vergonzosa, no goce del reino ni de la deseada luz del día, antes sucumba a temprana muerte y yazga insepulto en mitad de la arena. Esto os suplico: este deseo postrero exhalo con mi sangre.

Y vosotros ¡oh tirios!, cebad vuestros odios en su hijo y en todo su futuro linaje; ofreced ese fúnebre tributo a mis cenizas. Nunca haya amistad, nunca alianza entre los dos pueblos. Álzate de mis huesos, ¡oh vengador, destinado a perseguir con el fuego y el hierro a los advenedizos hijos de Dárdano y siempre y en cualquier ocasión en que haya fuerza bastante! ¡Lidien playas contra playas, mares contra mares, armas contra armas, esta es mi imprecación: que luchen nuestros pueblos, ellos y sus descendientes!»





Dido y Eneas

TEXTO 2. 

[Eneas visita el mundo de los muertos y habla con algunos difuntos, que le narran episodios de la caída de Troya; también ve a la reina Dido, así como a Ascanio, su padre, que le vaticina su futuro]:
Dicho esto, llevó a su hijo y a la Sibila hacia la bulliciosa multitud de las sombras y se subió a una altura, desde donde podía verla venir de frente en larga hilera y distinguir los rostros de los que se acercaban.

«Escúchame», prosiguió, «pues voy ahora a decirte la gloria que aguarda el futuro a la prole de Dárdano, qué descendientes vamos a tener en Italia, almas ilustres que perpetuarán nuestro nombre; voy a revelarte tu propio destino. Ese joven, a quien ves apoyado en su sobria lanza, ocupa por suerte el lugar cercano a la vida y es el primero que de nuestra sangre, mezclada con sangre ítala, se subirá a las brisas de la tierra; ese será Silvio, nombre que le darán los albanos, hijo póstumo tuyo, que ya en edad muy avanzada tendrás, fruto tardío de tu esposa Lavinia, la cual le criará en las selvas, rey y padre de reyes, por quien dominará el Alba Longa nuestro linaje. A su lado está Procas, prez de la nación troyana; le siguen Capis y Numitor y Silvio Eneas, que llevará tu nombre y te igualará en piedad y valor, si llega algún día a reinar en Alba Longa. ¡Qué jóvenes!, ¡mira qué pujanza ostentan y cómo llevan ceñidas sus sienes con la cívica corona de encina!»


La Sibila de Cumas guía a Eneas en el Infierno


II.2. LA LÍRICA LATINA

Dentro de la poesía lírica latina se incluyen diversos campos temáticos (erótico, amoroso, bucólico, elegiaco, satírico, etc.) y diversos tipos de composición. Sin embargo, todo ello estaba sometido a unas ciertas reglas genéricas sobre la estructura del poema o los tipos de verso y de estrofa.

II.2.1. Catulo

Es el verdadero creador de la lírica romana. Partiendo de los líricos griegos, supo captar su espíritu y su técnica para adaptarlos a su temperamento romano. En sus composiciones predominan los poemas breves de contenido erótico, satírico y elegiaco.

Sus poemas tienen un carácter marcadamente personal, subjetivo y autobiográfico, por lo que es el poeta latino más cercano a la sensibilidad y a la poética actual. Sus epigramas (composiciones breves, de pocos versos) están llenos de agudeza y comicidad despiadada, y serán el modelo del próspero género satírico en la época imperial.


Vivamos, mi Lesbia, y amemos,
y los rumores de los viejos más severos
todos en un as estimemos.
Los soles morir y volver pueden:
a nosotros, cuando una vez se nos muere nuestra breve luz,
noche hay perpetua, una, para dormirla.
Dame besos mil, después ciento,
después mil otros, después un segundo ciento,
después sin cesar otros mil, después ciento,
después, cuando miles muchos hiciéramos,
los conturbaremos, para que no sepamos,
o para que ningún malvado envidiarlos pueda
cuando tantos sepa que son, de besos.
 


 

II.2.2. Virgilio

Además de cultivar la poesía épica, Virgilio escribió una obra lírica: las Bucólicas. Son diez poemas inspirados en la poesía pastoril; los monólogos y diálogos de los pastores (en un lenguaje cuidado, estilizado y elegante, casi preciosista) expresan una nostalgia por la naturaleza y elogian la vida sencilla del campo, donde no existen las mezquinas preocupaciones de los habitantes de las ciudades.

Égloga I
MELIBEO

¡Títiro!, tú, recostado a la sombra de esa frondosa haya, meditas pastoriles cantos al son del blando caramillo; yo abandono los confines patrios y sus dulces campos; yo huyo del suelo natal, mientras que tú, ¡oh Títiro!, tendido a la sombra, enseñas a las selvas a resonar con el nombre de la hermosa Amarilis.

TÍTIRO

A un dios, ¡oh Melibeo!, debo estos solaces, porque para mí siempre será un dios. Frecuentemente empapará su altar la sangre de un recental de mis majadas; a él debo que mis novillas vaguen libremente, como ves, y también poder yo entonar los cantos que me placen al son de la rústica avena.

MELIBEO

No envidio, en verdad, tu dicha; antes me maravilla, en vista de la gran turbación que reina en estos campos. Aquí me tienes a mí que, aunque enfermo, yo mismo voy pastoreando mis cabras, y ahí va una, ¡oh Títiro!, que apenas puedo arrastrar, porque ha poco parió entre unos densos avellanos dos cabritillos, esperanza, ¡ay!, del rebaño; los cuales dejó abandonados en una desnuda peña. A no estar obcecado mi espíritu, muchas veces hubiera previsto esta desgracia al ver los robles heridos del rayo. Mas dime, Títiro, ¿quién es ese dios?

TÍTIRO

Simple de mí, creía yo, Melibeo, que la ciudad que llaman Roma era parecida a esta nuestra adonde solemos ir los pastores a destetar los corderillos; así discurría yo viendo que los cachorros se parecen a los perros y los cabritos a sus madres, y ajustando las cosas grandes con las pequeñas; pero Roma descuella tanto sobre las demás ciudades como los altos cipreses entre las flexibles mimbreras.

MELIBEO

¿Y cuál tan grande ocasión fue la que te movió a ver a Roma?

TÍTIRO

La libertad, que, aunque tardía, al cabo tendió la vista a mi indolencia cuando ya al cortarla caía mas blanca mi barba; me miró, digo, y vino tras largo tiempo, ahora que Amarilis es mi dueña y que me ha abandonado Galatea. Porque, te lo confieso, mientras serví a Galatea ni tenía esperanza de libertad ni cuidaba de mi hacienda, y aunque de mis ganados salían muchas víctimas para los sacrificios y me daban muchos pingües quesos, que llevaba a vender a la ingrata ciudad, nunca volvía a mi choza con la diestra cargada de dinero.

MELIBEO

Me admiraba, ¡Amarilis!, de que tan triste invocases a los dioses y de que dejases pender en los árboles las manzanas. Títiro estaba ausente de aquí; hasta estos mismos pinos, ¡oh Títiro!, estas fuentes mismas, estas mismas florestas te llamaban.

TÍTIRO

¿Qué había de hacer? Ni podía salir de mi servidumbre ni conocer en otra parte dioses tan propicios. Allí fue, Melibeo, donde vi a aquel mancebo en cuyo obsequio humean un día en cada mes nuestros altares; allí dio, el primero, a mis súplicas esta respuesta: "Apacentad, ¡oh jóvenes!, vuestras vacas como de antes; uncid al yugo los toros."

MELIBEO

¡Luego conservarás tus campos, venturoso anciano!, y te bastarán sin duda, aunque todos sean peladas guijas y fangosos pantanos cubran las dehesas. No dañarán a las preñadas ovejas los desacostumbrados pastos ni se les pegará el contagio del vecino rebaño a las paridas. ¡Anciano venturoso! Aquí respirarás el frescor de la noche entre los conocidos ríos y las sagradas fuentes; aquí las abejas hibleas, apacentadas en los sauzales del vecino cercado, te adormecerán muchas veces con su blando zumbido; aquí cantará el podador bajo la alta roca, y entre tanto no cesarán de arrullar tus amadas palomas ni de gemir la tórtola en el erguido olmo.

TÍTIRO

Por eso antes pacerán en el aire los ligeros ciervos y antes los mares dejarán en seco a los peces en la playa; antes, desterrados ambos de sus confines, el Parto beberá las aguas del Araris o el Germano las del Tigris, que se borre de mi pecho la imagen de aquel dios.

MELIBEO

Y entre tanto nosotros iremos unos al África abrasada, otros a la Escitia y al impetuoso Oaxes de Creta, y a la Bretaña, apartada de todo el orbe; y ¿quién sabe si volveré a ver, al cabo de largo tiempo, los confines patrios y el techo de césped de mi pobre choza, admirándome de encontrar espigas en mis campos? ¿Un impío soldado poseerá estos barbechos tan bien cultivados? ¿Un extranjero estas mieses? ¡Mira a qué estado ha traído la discordia a los míseros ciudadanos! ¡Mira para quién hemos labrado nuestras tierras! Injerta ahora, ¡oh Melibeo!, los perales, pon en buen orden las cepas. Id, cabrillas mías, rebaño feliz en otro tiempo; ya no os veré de lejos, tendido en una verde gruta, suspendidas de las retamosas peñas. No entonaré cantares; no más, cabrillas mías, pastoreándoos yo, paceréis el florido cantueso ni los amargos sauces.

TÍTIRO

Bien pudieras, empero, descansar aquí conmigo esta noche en la verde enramada; tengo dulces manzanas, castañas cocidas y queso abundante. Ya humean a lo lejos los mas altos tejados de las alquerías y van cayendo las sombras, cada vez mayores, desde los altos montes.

II.2.3. Horacio
El más completo y clásico de los líricos romanos; tiene en poesía lírica el equilibrio entre helenismo y romanismo propio de Virgilio en poesía épica. Su obra lírica por excelencia son las Odas. Sus temas son muy variados: canta a sus amigos, a Roma y a Augusto, recrea mitos, expresa ideas de filosofía epicúrea, ensalza a los grandes líricos griegos, cuenta episodios autobiográficos...

En sus poemas se expresa con variedad de tipos de verso y estrofa, y tanto la composición como la ordenación es muy elaborada y sabia. También cultivó la sátira en los Épodos, conjunto de diecisiete poemas muy virulentos, y en Sátiras, de tono más suave, donde ataca comportamientos, defectos y vicios habituales.


Beatus Ille

Dichoso aquél que vive, lejos de los negocios,
como la antigua raza de los mortales;
y, con sus propios bueyes, labra el campo paterno,
libre del interés y de la usura.

No le despierta el fiero toque de la trompeta,
ni le aterra la mar embravecida;
y esquiva el foro público, y el umbral altanero
de las aristocráticas mansiones.

Enlaza, sabiamente, los elevados álamos
con el pujante brote de las vides;
o, en apartado valle, vigila los rebaños
de las reses que mugen y campean;

o poda con su hoz las inútiles ramas,
trasplantando las más reverdecidas;
o pone en limpios cántaros las estrujadas mieles,
o trasquila a las tímidas ovejas.
[…]
Le gusta descansar bajo la vieja encina,
o en el tupido césped de algún prado;

mientras, las aguas corren por sus cauces profundos,
los pájaros se quejan en los bosques
y las fuentes murmuran en sus manantiales,
invitando a una leve somnolencia.
[…]
Con todas estas cosas, ¿quién hay que no se olvide
de las penosas cuitas del amor?
Es más, si una mujer, atenta y pudorosa,
cuida su casa y a sus dulces hijos,

y, cual una sabina, curtida por el sol
como la esposa de un veloz apulio,
pone los troncos secos en el fuego sagrado
a la llegada del cansado esposo,

y, encerrando el ganado en trenzados apriscos,
deja vacías las repletas ubres,
y, sacando del ánfora más preciada el buen mosto,
le prepara manjares no comprados,

entonces no querrá las ostras del Lucrino,
ni los escaros, ni los rodaballos,
aunque los arrojaran a nuestros propios mares
las tormentas que braman en Oriente;

ni llenarán su vientre las aves africanas,
ni el delicado francolín de Jonia,
ni serán más sabrosos que la fruta escogida
de las cuajadas ramas del olivo,
[…]
Con esta rica cena, ¡qué grato es contemplar
a las ovejas retornando a casa,
a los pausados bueyes arrastrando el arado
-puesto al revés- con su cansino cuello,
y a los esclavos, signo de una rica familia,
alrededor de los radiantes Lares! 


Carpe Diem 

No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos cantiles.
No seas loca, filtra tus vinos
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No fíes del incierto mañana.

II.2.4. Ovidio

Dentro del género épico-mitológico, Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) legó a la posteridad una obra de gran belleza y valor literario, las Metamorfosis. Siguiendo una tradición en la poesía griega y romana, reunió en un largo poema, dividido en quince libros, una selección de unos 250 mitos, en los que en casi todos tiene lugar algún tipo de transformación. Los mitos están dispuestos en orden cronológico, de manera que comienzan con la formación del Cosmos y terminan con la transformación de Julio César en estrella, tras su muerte. Entre ellos, algunos han pasado a la posteridad con mucha fama, como los de Dafne, Ícaro, Narciso, Orfeo, etc. Las Metamorfosis recogen, dentro del marco de la épica, tanto por su carácter narrativo como por el empleo del hexámetro, toda una tradición de géneros literarios, tonos y estilos, aunque en todo el conjunto predomina el gusto por la fantasía, el juego y el humor, y a pesar del carácter mitológico, el auténtico protagonista de la obra es el ser humano.

Argumento de Píramo y Tisbe:

Píramo y Tisbe, A. D. Hondius. S. XVII
Era Píramo el joven más apuesto y Tisbe la más bella de las chicas de Oriente.  Hubieran acabado casándose, pero se opusieron los padres. Aunque no les dejaban verse, lograban comunicarse. Pero un día toman una decisión. Acuerdan escaparse por la noche, burlando la vigilancia, y reunirse fuera de la ciudad. Se encontrarían junto al monumento de Nino, al amparo de un moral que allí había, al lado de una fuente.
Al fin llega la noche.Tisbe, embozada, logra salir de casa sin que se den cuenta y llega la primera al lugar de la cita. En esto se acerca a beber a la fuente una leona, con sus fauces aún ensangrentadas de unapresa reciente. Al percibirla de lejos a la luz de la luna, Tisbe escapa asustada y se refugia en el fondo de una cueva. En su huida se le cayó el velo con que cubría su cabeza. Cuando la leona hubo aplacado su sed en la fuente, encontró el velo y lo destrozó con sus garras y sus dientes.
Algo más tarde llegó por fin Píramo. Distinguió en el suelo las huellas de la leona y su corazón se encogió; pero cuando vio el velo de Tisbe ensangrentado y destrozado, acude con él a la sombra del árbol de la cita. Riega el velo con sus lágrimas, lo cubre de besos y dice: "Recibe también la bebida de mi sangre". El puñal que llevaba al cinto se lo hundió en las entrañas y se lo arrancó de la herida mientras caía tendido boca arriba.
Aún no repuesta del susto, vuelve la joven al lugar de la cita. Al distinguir un cuerpo palpitante en el suelo ensangrentado, un estremecimiento de horror recorrió todo su cuerpo. Cuando reconoció que era Píramo, se da golpes, se tira de los pelos y se abraza al cuerpode su amado. Cuando ella observó su velo destrozado y vio vacía la vaina del puñal, colocando bajo su pecho la punta del arma, que aún estaba templada por la sangre de su amado, se arrojó sobre ella. Sus plegarias conmovieron a los dioses, pues las moras desde entonces son de color oscuro cuando maduran.

Es el poeta latino que más y mejor cultivó la elegía (forma métrica que resulta de combinar el hexámetro y el pentámetro); su obra lírica se divide en dos, en función de la temática y la época en que fueron escritas:
  • Cuando vivía en Roma escribe obras de temática amorosa y erótica, como Amores, (colección de elegías dedicadas a su amante Corina), Heroidas (dieciocho cartas ficticias de famosas mujeres enomoradas: Penélope a Ulises, Dido a Eneas, Helena a Paris...), o el conocido Arte de amar (poema didáctico donde se teoriza sobre el amor y se aconseja en cuestiones relativas a él, tanto a hombres como a mujeres).
  • Durante su destierro en el mar Negro escribe dos obras elegiacas de tono muy distinto: lamentaciones, súplicas de perdón, añoranza de los amigos... Estas obras, de carácter muy autobiográfico, son Tristes y Pónticas.
II.2.5. Marcial
Especializado en el género satírico hasta convertirse en el genuino representante de esta variedad poética, escribió doce libros de Epigramas, en la línea de los de Catulo. Sus epigramas, que basan la comicidad en la paradoja, en el lenguaje personal, en los ataques personales y en los finales sorprendentes, trazan un panorama realista de su sociedad y su época, algunos llamativamente crueles y mordaces. Muy conocido a lo largo de los siglos, su influencia en las literaturas europeas ha sido clara y decisiva.

Al fango de charcas resecas,
al vaho de aguas podridas,
al aire estancado de aljibe,
al tufo de un macho cabrío
que monta cansino a su cabra,
a bota de un viejo soldado,
a tela retinta de púrpura,
a boca de hebrea en ayunas,
al aliento amargo de los condenados,
al candil gastado de una puta vieja,
a zurrapas secas de lagar inmundo,
a cubil de víbora, a rastro de zorra
preriría yo oler, amiga,
antes de oler a lo que hueles.


II.3. EL TEATRO LATINO



El género de desarrollo más temprano en Roma es el teatral. Como en el resto de la literatura latina, la influencia de los griegos es determinante; tal vez mayor que en otros géneros. Al igual que en el teatro griego, el texto es en verso, las partes cantadas y el acompañamiento musical tienen una función muy importante. Los actores llevan máscaras.

La comedia es el género teatral romano por excelencia, el que más se cultivó, el más apreciado por el público y el que dio textos con mayor calidad literaria. 

Las obras conservadas están inspiradas en argumentos de autores del teatro griego: sus personajes son griegos, viven en Grecia, visten a la griega y tienen nombres griegos... pero hablan en latín, y recrean situaciones cercanas al espectador romano. El genio de los grandes comediógrafos romanos fue saber infundir, en un material extraño a la mentalidad de su público, elementos idiomáticos y psicológicos populares, exageraciones, gesticulación o juegos de palabras. Esta romanización lingüística da gran originalidad a la comedia romana.
Las tramas son muy recargadas y los personajes, estereotipados y recurrentes (ya que se repiten en varias comedias), pertenecen a clases medias urbanas.

Plauto (254-184 a.C.) Es el más importante comediógrafo romano. Autor prolífico, se le atribuían unas 150 obras, de las cuales se conservan 21, algunas incompletas. El argumento de sus obras es enrevesado, incluso a veces mezcla partes de diversos textos griegos. En su teatro muestra un gran dominio del lenguaje popular, mucha experiencia en el ejercicio de su profesión, facilidad para conectar con los gustos del público y, sobre todo, una gran comicidad, para lo que no duda en recurrir a lo obsceno y lo grotesco.

Plauto ha sido imitado, adaptado y representado hasta nuestros días. Los títulos más famosos son: La comedia de la olla (en la que se ridiculiza a un viejo avaro), Anfitrión (una parodia de un tema mitológico: el nacimiento de Hércules, hijo de Júpiter y de Alcmena, la esposa de Anfitrión), Los gemelos (basada en el equívoco entre dos gemelos), El embustero (recreación de un esclavo astuto, prototipo de la figura del pícaro) y El soldado fanfarrón, probablemente la más conocida. El argumento de esta obra es el siguiente:




Escena de una representación de El soldado fanfarrón
Durante una ausencia del joven ateniense Pleusicles, Pirgopolinices, un militar de Éfeso, consigue introducirse en casa de la amiga de Pleusicles, apoderarse de ella y llevársela a la fuerza consigo a Éfeso. Palestrión, esclavo de Pleusicles, que marcha en busca de su amo para darle cuenta de lo sucedido, es capturado por unos piratas y entregado como esclavo precisamente al militar de Éfeso. Desde allí escribe a su anterior amo, que se presenta en Éfeso, alojándose en casa de un amigo de su padre, el viejo Periplectómeno, que vive precisamente en la casa contigua a la del militar. Un pasadizo abierto secretamente en la pared medianera entre las dos casas va a ser causa de algunas complicaciones, pero no impedirá el éxito final: el guardián personal de la joven Filocomasio, Escéledro, la ha visto besarse con un desconocido en casa del vecino, pero al fin termina por creerse la historia de que se trata de una hermana gemela de Filocomasio venida de Atenas con su amigo. La próxima víctima va a ser el militar en persona. Periplectómeno, el viejo vecino, le busca a Palestrión dos jóvenes, una de las cuales se hace pasar por esposa del viejo, mientras la otra, su esclava, hará de intermediaria para llevar al militar el mensaje de su ama, perdidamente enamorada de él. El militar cae en la trampa, despide a Filocomasio, a la que en nombre de su supuesta hermana y de su madre se presenta a recoger Pleusicles, bajo disfraz de patrón de navío, y acude a casa de Periplectómeno en busca de la que piensa va a ser su nuevo amor; en realidad le esperan allí el viejo y sus esclavos convenientemente armados, y sólo a duras penas consigue escapar al merecido castigo, mientras Filocomasio, Pleusicles y Palestrión navegan rumbo a Atenas.


El tema del soldado fanfarrón tuvo, al igual que el del viejo avaro de La comedia de la olla, una gran fortuna en la Edad Media y el Renacimiento.

Terencio (184-159 a.C.) Compone comedias de acción más sencilla, y sus personajes son menos grotescos y más cuidados psicológicamente. Terencio es mucho más respetuoso que Plauto con sus modelos y emplea un latín más elegante. Se conservan seis comedias suyas, como Los eunucos, La suegra y Los hermanos.