jueves, 19 de mayo de 2016

INVITACIÓN AL VIAJE, DE BAUDELAIRE. COMENTARIO DE TEXTO.

INVITACIÓN AL VIAJE

Baudelaire invita a su amante a huir lejos, a una exótica y lujosa ciudad de canales donde "todo (...) es orden y belleza". En este poema aparece ya una manifestación del modernista deseo de evasión de una sociedad burguesa rechazada por el artista, que intenta buscar la belleza en el lujo y el refinamiento de paisajes exóticos. El ideal al que aspira Baudelaire para escapar del spleen, el hastío vital, el tedio que siente hacia un mundo caótico y deshumanizado, aparece aquí como una ciudad innominada, aunque por su descripción recuerde a Venecia, que identifica con la figura de la amante ("un país como tú"). Es posible que tanta indefinición lo que quiera comunicarnos es que ese ideal no es concreto, no se encuentra en ningún lugar; quizá sea una manifestación más del motivo de la belleza como única manera de trascendencia, de elevar al poeta por encima del resto de los mortales, tema que recuerda al Romanticismo (Keats y su Oda a un ánfora griega). Como los parnasianos, el poeta defiende el ideal del "arte por el arte": frente al creciente utilitarismo de la sociedad industrial del siglo XIX, el arte y la belleza están por encima del bien y del mal y son el único consuelo de la vida. Pero la belleza no se encuentra en la realidad inmediata que rodea al autor, que les repele, sino que hay que buscarla en la evasión a otros mundos exóticos y lejanos. En España, el mejor ejemplo es Rubén Darío.
Por otro lado, el poema también es una buena muestra del simbolismo en el que milita Baudelaire. Para los simbolistas, el lenguaje común, racional y lógico, no es suficiente para acceder al misterio de la Creación (entendida como creación poética o como sinónimo de la armonía del universo). Pero como el oficio del poeta es expresar con palabras lo que es inefable, tienen que recurrir a los símbolos para expresar todo aquello que está más allá de la razón, puesto que, como señala Valle-Inclán en La lámpara maravillosa, existe un mundo trascendente e incognoscible al que solo se puede acceder a través de la sensibilidad y la intuición, a la manera de los poetas místicos españoles. En el texto, los objetos bellos ("muebles", "flores", "techos" y "espejos") son símbolos que establecen correspondencias con la belleza armónica del universo, sólo cognoscible para el artista a través de las percepciones sensoriales de esos símbolos. De ahí la importancia de la sinestesia ("su dulce lengua", "una cálida luz"). Por eso, son las informaciones sensoriales de esos símbolos (colores: "muebles relucientes"; aromas: "vago aroma del ámbar"; texturas: "por la edad pulidos") percibidas por los sentidos las que, como en la filosofía platónica, hacen recordar al alma el mundo armónico -la Creación- de donde procede ("todo allí hablaría/ en secreto al alma/ su dulce lengua natal").
Es característico de Baudelaire, además, que la pasión erótica aparezca en sus poemas íntimamente relacionada con la corrupción y la muerte. Aquí lo observamos en el contraste entre el carácter puro y virginal ("Mi niña, mi hermana") como está presentada la amante del poeta, y la alusión al incesto y a la muerte ("Amar a placer/ amar y morir"). Puede que se esté refiriendo a una dama que conoció en su juventud en la isla Mauricio, en su frustrado viaje a la India, a donde su padrastro lo envió para que se formara como diplomático. Aunque no llegó a mantener ninguna relación erótica con esta mujer, Baudelaire siempre la asociará al amor puro e inalcanzable y, por tanto, al ideal que se opone al spleen.

En cuanto al aspecto formal, lo más destacable es el ritmo marcado por la sucesión de dos versos exasílabos seguidos de uno octosílabo del texto francés original, que la traducción al castellano ha mantenido, aunque no las rimas. También contribuye a la musicalidad del poema la repetición del estribillo "Todo allí es orden y belleza,/ lujo, calma y deleite." El uso del ritmo como vía para crear belleza poética, que intenta representar, a su vez, la Belleza de la Creación, es un pilar del movimiento simbolista y modernista, según recomienda el soneto Ama tu ritmo de Rubén Darío.
El uso de los tiempos verbales oscila entre el presente de las estrofas primera y tercera, y el condicional de la segunda. Ocurre que en la estrofa inicial, el poeta está incitando a su amante a viajar con él, por eso el uso del imperativo ("piensa en la dulzura"); mientras que en la final, el presente de imperativo se usa para la descripción de la exótica ciudad a la que está invitando a viajar, como si estuviera ya ante los ojos de su amante ("Mira en los canales"). El condicional de la estrofa intermedia es un tiempo futuro, el de la imaginación de lo que se encontrarán en su destino ("adornarían", "hablaría").
Destaca el uso de los adjetivos antepuestos para dotar de mayor lirismo a la composición ("mojados soles", "misteriosos ojitos", "vago aroma", "hondos espejos"...).
Y entre los recursos literarios, señalamos los rítmicos, sobre todo, dado que refuerzan la musicalidad del poema, como el encabalgamiento ("la dulzura/ de ir a vivir juntos"), el quiasmo ("los techos preciados/ los hondos espejos"), el hipérbaton ("de mi alma son el encanto") y las enumeraciones del estribillo y de la segunda estrofa. Además, las sinestesias ("su dulce lengua natal", "en una cálida luz") y los símbolos ("los mojados soles (...) cual tus misteriosos/ ojitos traidores") encuadran este texto dentro de la corriente poética del simbolismo.

2 comentarios:

  1. Excelente comentario , me encanto

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  2. Buena, pero recomendaría que no uses "Baudelaire" como sujeto del deseo, sino al "yo lírico", pues el poema fue escrito por él, pero eso no siempre significa que son sus propios deseos.

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