jueves, 19 de mayo de 2016

CREPÚSCULO MATUTINO, DE BAUDELAIRE. COMENTARIO DE TEXTO

CREPÚSCULO MATUTINO

Este poema pertenece a la sección "Cuadros parisienses" de Las flores del mal, de Charles Baudelaire; en concreto, es el texto que cierra esta sección para dar paso a la siguiente, dedicada al vino. Se trata de una descripción del amanecer en la ciudad de París, que comienza con un sonido que rompe el silencio de la noche, el de la corneta que despierta a los militares en los cuarteles, para, a continuación, hacer un recorrido que va desde el interior de las casas, hasta el exterior de las calles, y terminar con una visión general de la ciudad personificada como un "anciano laborioso" que se dispone a emprender una nueva jornada. 
Lo que esa "aurora con traje rosa y verde" viene a descubrir dentro de los hogares, en claro contraste con el color de su vestido, es un mundo de sufrimiento y miseria. Aparecen, con el sol, la culpa erótica del adolescente atormentado por "maléficos sueños"; el hastío vital -el simbolista spleen- del poeta y de la mujer ("el hombre está cansado de escribir y de amar/ la mujer."), a los que ya ni siquiera la poesía ni el amor les sirven como evasión de la anodina monotonía de la sociedad burguesa industrial; el agotamiento, un tanto animalesco, de las prostitutas que, cansadas tras toda una noche de trabajo, "un sueño de estupidez dormían"; las mendigas famélicas de "senos flácidos" que encienden una pobre lumbre que no les quita el frío; el dolor de las mujeres que paren entre "el frío y la miseria", mientras el llanto del niño "cortado por la sangre espumosa" se confunde con el canto de los gallos que "a lo lejos desgarraban la bruma"; y, en violenta oposición con el cuadro anterior, el "estertor último" de los enfermos que mueren en los hospitales. Mientras tanto, en el exterior, algunos vuelven a sus casas tras toda una noche de juerga, con lo que se completa un curioso moviento de vaivén entre la vida y la muerte del niño que nace, el enfermo que muere, y el que disfruta de la fiesta.
Es un poema de clara inspiración simbolista, y ahí está el símbolo del "ojo sangrante" de la mancha de luz que proyecta la lámpara sobre la oscuridad del techo que representa la lucha entre el alma del adolescente y su cuerpo "áspero y torpe", retorcido por los sueños eróticos; y está, además, el símbolo de los gallos, que ya hemos explicado. Pero también hay en el texto un punto naturalista en la cruda descripción del parto y la muerte de los enfermos, y de la vida de las mendigas y prostitutas.

En cuanto al comentario formal, el texto pertenece al género lírico. Aunque se trata de una traducción, la versión al español ha conservado la métrica del texto francés, no así la rima. Los versos alejandrinos franceses son una estructura métrica de origen medieval que el Modernismo rescata en su deseo de renovación, y que se respeta en los versos de la traducción, en la mayoría de los cuales hay una cesura central que los divide en dos hemistiquios iguales ("Era cuando el enjambre//de maléficos sueños", 7+7). El uso del ritmo como vía para crear belleza poética, que intenta representar, a su vez, la Belleza de la Creación, es un pilar del movimiento simbolista y modernista, según recomienda el soneto Ama tu ritmo de Rubén Darío.
La mayor parte de los verbos están en pretérito imperfecto de indicativo ("cantaba", "soplaba", "Era"...), lo que se explica por el carácter descriptivo del texto. Pero también encontramos formas verbales en presente de indicativo ("retuerce", "palpita", "agita"..) dado que vienen a comunicar acciones repetidas en el tiempo ("Como un rostro lloroso que las brisas enjugan,/ el aire se estremece con las cosas que huyen"). Este uso del presente dota al poema de objetividad y le da un aire más universal a lo que es, en el fondo, una impresión personal del poeta.
La adjetivación es abundante, como corresponde al carácter descriptivo del texto. La frecuente anteposición de los adjetivos ("maléficos sueños", "bruno adolescente", "fríos senos", "hondos hospitales", "sombrío París") refuerza el lirismo del poema. 
De los recursos literarios, destacamos los tres símiles que, en su sucesión, forman la estructura principal del texto ("tal ojo sangrante...", "Como un rostro lloroso...", "tal sollozo cortado..."). También son importantes las personificaciones ("cantaba la diana", "el sombrío París, frotándose los ojos") pues abren y cierran la composición.

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