domingo, 3 de abril de 2016

RESUMEN TEMA 13

Uno de los periodos más complejos y conflictivos de la historia es la primera mitad del siglo XX. A lo largo de este periodo los acontecimientos se suceden a gran velocidad y se produce una transformación en todos los órdenes: político, social, económico, ideológico y artístico. Podemos distinguir dos etapas diferentes:
Hasta la I Guerra Mundial se produce la llamada crisis de fin de siglo, una crisis general provocada por el estallido de las tensiones acumuladas a lo largo del XIX, que terminará suponiendo el final de la sociedad burguesa y de todos sus valores y desembocará en el estallido de la I Guerra Mundial, en 1914. Con el final de este conflicto empieza verdaderamente la historia contemporánea.
Tras el fin de la guerra en 1918, comienza el periodo de entreguerras. Se inicia con una etapa de gran recuperación económica -los felices años 20- que oculta el recrudecimiento de las tensiones ideológicas provocado por el desarrollo de ideologías totalitarias y la pérdida de credibilidad del sistema democrático. El crecimiento económico se deshace en el crack de 1929, la mayor crisis en la historia del sistema capitalista. Sin el soporte de una economía próspera, se endurecen los enfrentamientos ideológicos. El nazismo toma el poder en Alemania en 1933 y la II Guerra Mundial estalla en 1939.
Ambas etapas se caracterizan, por tanto, por un contexto de crisis. Los acontecimientos no son amables con el hombre, que acaba adquiriendo una visión pesimista y desencantada de la realidad y también del sentido -o de la falta de sentido- de su propia existencia. Se impone el pensamiento irracionalista y vitalista, iniciado ya en el XIX por Kierkegaard, Schopenhauer y Nietzsche. La realidad se entiende como algo dinámico que no puede ser apresado por la razón. El culmen de estas concepciones ideológicas es el existencialismo: para los filósofos existencialistas, como Martin Heidegger, la esencia del hombre se reduce a su existencia. Estamos arrojados al mundo sin ninguna razón y abocados a la muerte. 

A lo largo de toda esta etapa, la novela va a experimentar profundos cambios. Este género ya no puede ser una simple sucesión de hechos objetivos narrados linealmente. Ahora los novelistas se preocupan más por otros aspectos como el lenguaje o la estructura: se trata de una novela más formalista que la anterior. Además, se abandona la narración omnisciente a favor de otros modelos de punto de vista: narrador objetivo, contrapunto, multiplicidad de puntos de vista... Y se introducen nuevas técnicas encaminadas a la expresión de la interioridad, como la corriente de conciencia o monólogo interior.
De manera similar a la etapa realista, la novela sigue siendo el género más destacado durante esta primera mitad del siglo XX. Autores fundamentales surgen en Europa y América.

1. NARRATIVA EN LENGUA INGLESA


1. JAMES JOYCE

El fin del Realismo mediante una obra volcada definitivamente en la forma, donde el estilo se convierte en el protagonista absoluto, llega sin duda con Joyce. Él es considerado el padre de la novela contemporánea. Sus novelas, que han dado lugar a cientos de estudios críticos e interpretaciones, tiene la ciudad de Dublín como escenario, y sobre sus calles se va trazando una innovadora epopeya de la contemporaneidad.
Mientras que en Dublineses percibimos muerte y pesimismo, Retrato de un artista adolescente está repleto de elementos autobiográficos a través del protagonista, Stephen Dedalus, quien también aparece en Ulises. Esta última obra es una de las cimas artísticas de la literatura. El propio Joyce asistió a las interpretaciones que la crítica hizo sobre sus personajes (Bloom, Molly y Dedalus vendrían a ser Ulises, Penélope y Telémaco) y, sobre todo, sobre la trasposición de escenarios y episodios de la Odisea a su novela.
Una de las claves de Ulises es el manejo del tiempo, elemento recurrente en la narrativa contemporánea. La acción transcurre en 24 horas, lo que da pie a exhaustivas y documentadas descripciones, pero, especialmente, a un rápido fluir de sentimientos, sensaciones y diálogos entre los personajes, que aun confundiéndose con la voz narrativa (mediante la incorporación de corrientes de conciencia y monólogo interior), manifiestan toda su complejidad psicológica y vital presentando rasgos personales y lingüísticos propios.

Coetánea de Joyce, fue el centro de un grupo de intelectuales progresistas y escépticos (el Círculo de Bloomsbury) que perseguía el placer estético y el conocimiento a través de la creación (E.M.Foster, T.S. Eliot, Bertrand Russell, M. Keynes).
En la novela de Virginia Woolf se percibe una gran intensidad lírica conseguida mediante la dispersión de elementos evocadores (paisajes, objetos, recuerdos, intervenciones de los personajes). Lo que queda no es la trama, sino el “halo luminoso”. Todas las experiencias sensoriales se acumulan y determinan una percepción diferente, muy cercana a la poesía. Es comprensible, por tanto, que el monólogo interior y las corrientes de conciencia, tanto como la mezcla de pasado, presente y futuro, aparezcan en sus mejores obras (Al faro, Las olas, Entre los actos, etc.)

Además de Joyce y Virginia Woolf, hay que destacar a D.H. Lawrence (El amante de lady Chatterley), George Orwell (1984, Rebelión en la granja), Aldous Huxley (Un mundo feliz) o a los fundadores del círculo de Inklings, J.R. Tolkien (El señor de los anillos) y C.S. Lewis (Crónicas de Narnia).

FRAGMENTO DE LA PELÍCULA "LAS HORAS":
http://www.youtube.com/watch?v=F0p1_HnBBYU
 
 
2. NARRATIVA EN LENGUA FRANCESA

3. MARCEL PROUST

La novela psicológica ya había sido apuntada por los grandes maestros del siglo XIX: Stendhal, Zola y, sobre todo, Dostoievski habían trazado un camino de ineludible tránsito para los narradores de las primeras décadas del siglo XX, y sólo los vanguardistas osaban apartarse hacia sendas inexploradas. Así, la irrupción de un novelista adinerado, caprichoso, enfermizo y refinado como Proust no fue, en principio, tomada muy en serio.
No obstante, Marcel Proust estaba llamado a consagrar su vida a la redacción de una de las grandes obras de todos los tiempos, En busca del tiempo perdido. Novela-río por excelencia, la trama gira en torno a un narrador que en el primer volumen ya plantea la alternativa de dos senderos, el de Germantes (la aristocracia) y el de Méséglise o de los Swan (la pasión amorosa). Asistido en su formación por un artista y por un músico, el narrador va desarrollando un enorme monólogo interior en primera persona, técnica muy adecuada para indagar en la complejidad psicológica de los personajes y que le permite aportar multitud de elementos autobiográficos. No es, sin embargo, una novela centrada en la trama o en los personajes: la obra recrea un universo completo. En el último volumen compara su proceso de creación con el de una catedral gótica, cuyos planos iniciales van cambiando su laberíntica estructura a medida que avanza la construcción. Los mecanismos que utiliza para ello (minuciosas descripciones, incorporación de sensaciones y recuerdos, periodos sintácticos inusualmente largos y complejos) convierten su lectura en una tarea indudablemente ardua.
Las acciones se van presentando como los distintos elementos de una sinfonía para conformar una realidad literaria única. Coincide con el impresionismo en la caracterización de los personajes de manera fragmentaria a través de sus gustos, aficiones y hábitos o mediante la interpolación de evocaciones.
Tal vez sea el concepto de evocación el que mejor defina la obra: se evocan olores, sabores, colores, sensaciones, formas, entregándose a la memoria sensorial, más que a la reflexión, para mostrar esa realidad del presente-pasado. Asistimos, en definitiva, a un experimento filosófico emparentado con las teorías sobre el conocimiento y la memoria de Bergson o con la recuperación de parcelas del subconsciente de Freud.


3. NARRATIVA EN LENGUA ALEMANA

4. THOMAS MANN

En la Alemania industrial y militarizada de principios del siglo XX la técnica expresionista domina la pintura, el cine y la producción novelística de escritores como Kafka, Herman Hesse, Robert Musil, Ivan Goll, etc. 
Ciertos sectores de la crítica literaria sitúan a la obra de Thomas Mann, por su perfeccionismo y por sus ataques a la vanguardia más atrevida, como el estertor de la novela burguesa; sin embargo, es evidente que este autor es uno de los grandes innovadores de la novela, si bien su propuesta no se centra en la experimentación lingüística como la de Joyce o Proust, sino en la incorporación de la reflexión a la narración. Thomas Mann rechaza un arte deshumanizado que carezca de compromiso con la realidad, incluida la realidad propia que soporta lo soñado y lo anhelado.
Desde su primera novela, Los Buddenbrook, existe un análisis preciso del hombre burgués de su tiempo, en tensión con la sociedad y consigo mismo. Esa tensión llega también a Muerte en Venecia o Doctor Faustus, y descubrimos que se repite la reflexión por el papel del artista y la indagación en su compleja psicología, el eterno debate entre arte y vida. Entre sus grandes obras es La montaña mágica la más destacable, tanto por la profundidad de sus indagaciones filosóficas (tiempo, muerte, dolor, pasión, etc.) como por la pulcritud de su lenguaje; en ella se incorporan elementos simbólicos y se adopta un punto de vista distante e irónico, dejando el peso de la acción al diálogo. Puede considerarse una novela total.

La montaña mágica: En la novela se da a menudo la exposición y confrontación de las ideas de los personajes sobre diversos temas, con frecuencia profundos. Pero el paradigma de discusión filosófica lo mantiene Hans con dos personajes: Settembrini y Naphta, que dialogan entre ellos y con el protagonista, y que tienen temperamentos e ideas muy distintos, casi siempre opuestos. A lo largo de muchas páginas estos dos personajes discurren sobre política, filosofía, historia, arte o religión.


5. FRANZ KAFKA


Franz Kafka nace el 3 de julio de 1883 en Praga, en una familia judía. Su padre regentaba desde 1882 un negocio de mercería que transformaría más tarde en unos grandes almacenes que le dieron reputación de ciudadano respetable. Aunque su idioma materno fue el alemán, Kafka aprendió también el checo. Estudió Derecho en la Universidad de Praga. Después de sus estudios, en 1907 ingresó como pasante en una agencia italiana de seguros; fue entonces cuando comenzó a escribir. Al año siguiente obtuvo un contrato fijo en otra agencia. En 1917 se le diagnosticó tuberculosis, lo que le obligó a mantener frecuentes periodos de convalecencia. 
Fundamental en su vida es la relación con su autoritario padre. En la intimidad, éste no dejó nunca de menospreciar a su hijo. De ese conflicto declaró el propio Kafka que procedía toda su obra, incluyendo su célebre Carta al padre, nunca publicada en vida. También fue determinante su relación tormentosa con varias mujeres. En 1923 se trasladó a Berlín, con la esperanza de distanciarse de su familia y centrarse en su obra; se reunió con Dora Diamant, una joven de 25 años descendiente de una familia judía ortodoxa, que había huido de su pueblo natal, a la que había conocido en el verano del mismo año. El estado de salud de Kafka empeoró sensiblemente en años posteriores con el avance de la enfermedad. Tras estancias en sanatorios y un tiempo en Berlín, regresó a Praga y posteriormente fue internado en un sanatorio cerca de Viena para recibir tratamiento. Murió en el sanatorio el 3 de junio de 1924. Su cuerpo fue llevado a Praga, donde fue enterrado.
Kafka sólo publicó algunas historias cortas durante toda su vida, una pequeña parte de su trabajo, por lo que su obra pasó prácticamente inadvertida hasta después de su muerte. Con anterioridad a su fallecimiento, dio instrucciones a un amigo de que destruyera todos sus manuscritos, pero éste no hizo caso y supervisó la publicación de la mayor parte de los escritos que obraban en su poder. La compañera final de Kafka, Dora Diamant, cumplió sus deseos, pero tan solo en parte, pues guardó en secreto la mayoría de sus últimos escritos, incluyendo 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que fueron confiscados por la Gestapo en 1933. Actualmente prosigue la búsqueda de estos papeles a escala internacional.
Estas circunstancias, junto a la obsesiva autoexigencia del autor, explican el escaso número de obras de Kafka publicadas en vida: La condena (1912), En la colonia penitenciaria (1914), La metamorfosis (1915) y las colecciones de relatos Contemplación (1913) y Un médico rural (1917), además de numerosas cartas. Tras su muerte se publican sus novelas extensas El proceso (1925), El castillo (1926) y América (1927); estas dos últimas inconclusas.
La metamorfosis ha tenido numerosas interpretaciones. Entre las más obvias están las referidas al trato de una sociedad autoritaria y burocrática hacia el individuo diferente, donde éste queda aislado e incomprendido ante una maquinaria institucional abrumadora y monótona que ni él comprende ni ésta lo comprende a él. Otros temas son la soledad de las relaciones rotas y las esperanzas desesperadas y poco realistas que crea tal aislamiento. Algunos autores han querido ver también en esta historia una alegoría de las diversas actitudes que toma el ser humano ante la enfermedad grave e irreversible y cómo, a pesar de todo, la vida continúa. 
En su obra, a menudo el protagonista se enfrenta a un mundo complejo, que se basa en reglas desconocidas que nunca llega a comprender. El adjetivo kafkiano se utiliza precisamente para describir situaciones similares. Sus temas son recurrentes: el conflicto generacional entre padres e hijos, la imposibilidad de realizarse como individuos en una sociedad gobernada por el azar y la relación del hombre con un poder absurdo, anticipo del horror de los totalitarismos que surgirían poco después en Europa. 
Los escritos de Kafka pronto comenzaron a despertar el interés del público y a obtener alabanzas por parte de la crítica, lo que posibilitó su pronta divulgación, hasta el punto de que marcaría el proceso posterior de la literatura del siglo XX. La mayoría de los escritores y críticos del siglo XX han hecho referencias a su figura. Ha habido multitud de estudiosos que han intentado encontrarle sentido a su obra, interpretándola en función de todos los puntos de vista posibles: filosófico, literario, psicoanalítico, religioso o sociológico. En cualquier caso, se trata de una de las figuras capitales de la literatura y de la cultura contemporáneas. 
En cuanto a la relación del autor con otras manifestaciones artísticas, la más importante es su papel como precursor del existencialismo. Se trata de una de las corrientes filosóficas y literarias más importantes del siglo XX. Se caracteriza por la idea de que la única realidad del hombre es su existencia y que, por tanto, está abocado a la muerte. La vida es absurda porque carece de un sentido trascendente. Esto conlleva un sentimiento de angustia y desolación.
El existencialismo alcanza su máxima importancia tras la II Guerra Mundial, en Francia, con autores como Sartre o Camus. Algunos de los temas o símbolos de estos autores están directamente vinculados a Kafka, y especialmente a La metamorfosis: es el caso de La náusea de Sartre, o el extrañamiento del protagonista de El extranjero de Camus, que recuerdan a la inexplicada transformación de Gregorio Samsa y su aislamiento familiar y social. 
Ideas y sentimientos como la culpa, la vergüenza, la condena o el absurdo, típicos del existencialismo, se encuentran ya en Kafka.
También puede relacionarse al autor con otros movimientos de vanguardia contemporáneos: la importancia de lo onírico, la sensación de vivir un sueño, recuerda a los planteamientos del surrealismo. Por otra parte, la deformación de la realidad hasta extremos grotescos es similar a la estética del expresionismo, movimiento al que ha sido frecuentemente vinculado.

4. LA NARRATIVA ESTADOUNIDENSE
En EEUU tras las dos primeras décadas del siglo se impone el american way of life, basado en el consumo individual, incitado por la publicidad. Norteamérica se exhibía como el escaparate de las libertades, el éxito y el bienestar, mientras que en sus ciudades el esplendor capitalista se enfrentaba a enormes bolsas de pobreza y delincuencia. Para los escritores y artistas americanos resultaba más atractivo, sin duda, el París recién salido de la Guerra Mundial, en el que existían dos centros de reunión incontestables: la casa de Gertrude Stein y la librería Shakespeare & Co. Allí podía verse a Picasso, André Gide o Paul Valéry junto con Ezra Pound, Hemingway, Scott Fitzgerald, Dos Passos, William Faulkner y John SteinbeckStein los bautizó con el nombre de la “generación perdida”.

Hemingway, Scott Fitzgerald, Dos Passos, William Faulkner y John Steinbeck son los promotores de una nueva estética narrativa dentro de la literatura americana. La crisis moral de su país de origen les llevó a romper con el Realismo y a incorporar las innovaciones estéticas del arte europeo (en sus novelas, el narrador se convierte en un mero testigo que finge saber tan poco de los personajes como el propio lector, igual que en el neorrealismo italiano o en el Nouveau roman francés); aún más, su conciencia de la inutilidad de la guerra y de la gran falacia del mundo moderno les empujó a la acción política directa y a la aventura existencial.

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