lunes, 25 de abril de 2016

HIMNO A LA BELLEZA, DE BAUDELAIRE. COMENTARIO DE TEXTO.

HIMNO A LA BELLEZA
Lo significativo de este canto a la Belleza es que Baudelaire rompe con una tradición poética milenaria al considerar que se la puede encontrar tanto en lo sublime ("perfumes", "besos") como en lo ínfimo ("muertos", "Horror", "Homicidio"). Así, todo el texto está construido a base de antítesis (cielo/abismo, infernal/divina, favores/crimen, aurora/ocaso, envalentonan/acobardan...) que vienen a comunicar esa doble naturaleza de esta divinidad. La Belleza ha sustituido a Dios. No hay Providencia, ni Destino ("Tus enaguas, cual perro, sigue hadado el Destino"). Ella gobierna el mundo de forma caprichosa ("al azar") y a sus seguidores les concede la felicidad o la desgracia ("confusamente vierte los favores y el crimen", "sembrando la dicha y los desastres"), sin una ley lógica que lo explique ("de nada respondes"). El poeta advierte este carácter terrible de la Belleza, pero una atracción irresistible le hace ir hacia ella, aun sabiendo que va a la destrucción ("La cegada polilla vuela hacia ti, candela"). Y es que es solo a través de ella, mediante la poesía, como es posible intuir la unidad armónica del Universo ("un infinito al que amo y que nunca he conocido") y elevarse por encima de la prosaica existencia humana ("vuelves (...) menos horrible el mundo"). Esto es lo que propone el autor: la Belleza (la poesía, el arte) es un modo de eternizar el instante (ya lo señalaba Keats en la Oda a un ánfora griega y en la Oda a un ruiseñor).
Todo el poema, desde el mismo título ("Himno"), tiene un aire religioso que lo hace aparecer como una oración a una divinidad pagana, la Belleza. Baudelaire anticipa aquí lo que en la poesía modernista de fines del XIX y principios del XX se conocerá como el “mal del siglo”: se extiende por la sociedad el convencimiento de que la realidad es incognoscible, de que existen hechos que escapan de la percepción sensorial, de que la razón no lo puede todo y de que Dios y la religión se difuminan como en una nebulosa donde se confunden el cielo y el infierno, el mal y el bien ("De Satán o de Dios, ¿qué importa"?). En su lugar, la presencia de Dios se percibe en la unidad y la armonía que gobiernan el Universo, de las que solo es posible percibir vagos reflejos a través de los símbolos, objetos materiales que establecen correspondencias con la perfección de la Creación a través de los sentidos (de ahí la importancia de la sinestesia: "hada de ojos de terciopelo").
Para los simbolistas, el lenguaje común, racional y lógico, no es suficiente para acceder al misterio de la Creación (entendida como creación poética o como sinónimo de la armonía del universo). Por ello, tienen que recurrir a los símbolos para expresar todo aquello que está más allá de la razón, puesto que, como señala Valle-Inclán en La lámpara maravillosa, existe un mundo trascendente e incognoscible al que solo se puede acceder a través de la sensibilidad y la intuición, a la manera de los poetas místicos españoles. En el poema los símbolos representan, por un lado, a la Belleza, y por otro, al poeta. Ella aparece como una mujer fatal - símbolo ya utilizado por Baudelaire en A una transeúnte - de gran erotismo, pues muestra las "enaguas" y está ricamente vestida con "joyas" y "dijes". Él, por su parte, es el amante que, aun sabiendo que su pasión lo llevará a la destrucción, no puede dejar de amar a "su hermosa", ("el aire/ tiene de un moribundo que acaricia su tumba"). Es posible que aquí Baudelaire esté haciendo referencia a su propia vida bohemia, dedicado a la poesía (a la Belleza), pero también a las drogas, el alcohol y la prostitución. De ahí, también, ese "podrías al vino compararte", del verso 4.

En cuanto a su aspecto formal, el texto pertenece al género lírico. Aunque se trata de una traducción, la versión al español ha conservado la métrica del texto francés, no así la rima. Los versos alejandrinos franceses son una estructura métrica de origen medieval que el Modernismo rescata en su deseo de renovación, y que se respeta en los versos de la traducción, en la mayoría de los cuales hay una cesura central que los divide en dos hemistiquios iguales ("¿Vienes del hondo cielo // o del abismo sales?", 7+7). El uso del ritmo como vía para crear belleza poética, que intenta representar, a su vez, la Belleza de la Creación, es un pilar del movimiento simbolista y modernista, según recomienda el soneto Ama tu ritmo de Rubén Darío.
En los verbos, el predominio de la 2ª persona singular del  presente de indicativo es absoluto ("Vienes", "sales", "contienes", "derramas", "sales", "bajas"...). Viene dado por la forma de oración a una divinidad que adopta el texto desde su comienzo. 
Los adjetivos son numerosos y bastantes de ellos aparecen antepuestos para acentuar el lirismo del poema ("hondo cielo", "tormentosa noche", "negra sima", "cegada polilla..."). Destacamos también el hecho de que muchos de esos adjetivos y bastantes sustantivos tienen un significado negativo relacionado con el mal: "infernal", "tormentosa", "negra", "cegada", "enorme", "espantoso", "abismo", "crimen", "ocaso", "noche", "sima", "desastres", "muertos", "Horror", "Homicidio"... Se trata de un poema que pertenece a Las flores del mal, título que parece a propósito para este texto pues habla de la belleza (las flores) que se encuentra en la corrupción (el mal).
El recurso literario más abundante es la antítesis, dado que toda la composición trata de la doble naturaleza positiva y negativa de la Belleza ("cielo/abismo", "infernal/divina", "favores/crimen", "aurora/ocaso", "envalentonan/acobardan...). Además de esta función semántica, la antítesis dota al texto de un ritmo binario que aparece reforzado, también, por numerosas estructuras bimembres ("¿Vienes del hondo cielo o del abismo sales", ¿De negra sima sales o de los astros bajas?", "tus besos son un filtro y un ánfora tu boca"..). Otros recursos rítmicos son el quiasmo ("menos horrible el mundo, los instantes más leves"), el encabalgamiento ("el aire/ tiene de un moribundo") y la enumeración con asíndeton ("tus ojos, tu risa, tu pie", "ritmo, perfume, luz"). Todo esto revela que para Baudelaire, como para el Simbolismo y, posteriormente, el Modernismo, la musicalidad en el poema es fundamental, pues se trata de un modo de conseguir belleza y, con ella, evadirse de la prosaica fealdad de la vida cotidiana ("vuelves (...) menos horrible el mundo"), como ya señalaba Keats en la Oda a un ánfora griega.

4 comentarios:

  1. alexandra carballo18 de marzo de 2017, 8:58

    es un poema que nos ayuda a comprender lo bueno y lo malo
    que importa lo que seas tu o los demas

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  2. Me encantó como se espresaba abre la belleza

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  3. ¡Enhorabuena por este análisis del poema! Me ha ayudado a entenderlo mejor. En cuanto al título de poemario ('Las flores del mal'), creo que esas flores (esa belleza) son los conceptos que Baudelaire expone en su prólogo al lector: pecado, idiotez, error, avaricia... ¡Enhorabuena por el comentario del poema; le pongo un 10!

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