lunes, 18 de enero de 2016

ODA SOBRE UN ÁNFORA GRIEGA. COMENTARIO DE TEXTO

Este  poema de Keats es una muestra de lo que se conoce como "écfrasis", o ejercicio literario consistente en la descripción de una obra de arte. Es muy probable que Keats fuera un asiduo visitante del Museo Británico de Londres, donde se conservan numerosas muestras de cerámicas griegas, algunas de ellas similares a la que dedica su poema. 
La obra se compone de cinco estrofas que conforman tres partes. La parte primera se corresponde con la estrofa I. Es una apelación al objeto descrito, que aparece representado bajo tres metáforas ("novia intacta aún del silencio", "adoptiva hija del lento tiempo y de la paz en calma", "silvestre historiadora"). Las dos primeras hacen alusión al pacto que parece haber sellado el ánfora con el tiempo: colocada sobre un pedestal, expuesta ante los visitantes del museo, ella permanece intacta, virgen (novia intacta), en quietud y silencio, sin que el tiempo la haya alterado lo más mínimo. La tercera metáfora introduce el resto de los versos de la estrofa, pues se refiere a las escenas que decoran la superficie del jarrón, donde en medio de un paisaje pastoril (los valles de la Arcadia), figuras humanas ("dioses o mortales", "hombres o dioses", "doncellas esquivas") parecen perseguirse unos a otros con frenesí (éxtasis tan loco), al son de intrumentos musicales (flautas y sistros). 
La segunda parte está compuesta por las siguientes tres estrofas. En la II el poeta parece introducirse en una de las escenas decorativas e interpela a las figuras que aparecen en ella ("tocad, pues, suaves flautas", "bello joven (...) nunca puedes dejar tu canto", "osado Enamorado, nunca podrás besar"). Acompañado por la melodía de unas flautas - flautas mudas que solo se escuchan por el espíritu (tocad para el espíritu melodías sin tonos) - un joven canta entre los árboles. Al lado, quizá representando el contenido del canto, un enamorado persigue a una dama, a la que está a punto de atrapar (casi en la meta), en clara alusión al mito de Apolo y Dafne. Se trata de un instante congelado en el tiempo. Los protagonistas muestran en sus gestos la tensión de unas acciones que nunca terminarán de realizarse. De ahí el consuelo que Keats trata de ofrecer al Enamorado-Apolo: nunca conseguirá besar a Dafne, pero su deseo no cesará nunca (siempre has de amarla) y ella permanecerá joven y bella por toda la eternidad (ella no se ajará).
La estrofa III es una glosa de la anterior. Esta escena primaveral fijada para siempre en la superficie del ánfora muestra el amor de Apolo y Dafne (¡aún más feliz amor, amor aún más feliz!), un amor ideal, constante en el tiempo (para siempre joven), donde no cabe el distanciamiento ni el hastío pues nunca llegará a consumarse (siempre de su gozo en espera).
La estrofa IV describe otra escena distinta. ¿Es posible que Keats haya rodeado el ánfora y ahora se encuentre frente a la parte trasera de la que ha contemplado anteriormente? En primer plano estamos ante una procesión de personas que siguen a un sacerdote que conduce a una ternera para un sacrificio ritual. Al fondo de la escena se puede ver la ciudad de la que han partido todos, con su pequeña ciudadela en lo más alto. Es inevitable imaginarse la silueta de Atenas y la Acrópolis. El poeta también interpela a la ciudad y vuelve a insistir en lo irreversible de la escena: todos los que salieron de ella no volverán jamás.
La tercera parte del poema la conforma la estrofa V. Como en la primera, Keats vuelve a apelar al ánfora ("¡Ática forma!", "forma silenciosa", "fría pastoral"). Es ahora cuando el poema va más allá de su naturaleza de écfrasis, y deja de ser una simple descripción de una obra de arte. El poeta hace hablar al jarrón - posiblemente se trate de una inscripción grabada en la pieza -, que comunica una verdad universal, válida para todas las generaciones humanas: lo verdadero, lo real, lo válido, lo que nos hace huir de la angustia vital de la toma de conciencia (del pensar nos arrancas) de nuestra triste condición de mortales, sujetos a la corrupción del tiempo y a la muerte, es la belleza y, por extensión, el arte: "Belleza es verdad, y verdad es belleza".  Hay que acudir a la triste biografía de Keats para la cabal comprensión de esta última frase. Enfermo terminal de tuberculosis y tras la muerte reciente de su hermano, para el poeta lo único que le consuela es el arte. En la belleza es donde encuentra algún sentido de permanencia, de eternidad, de escapar al paso del tiempo, cuando a él apenas si le queda. 

Desde el punto de vista formal, el texto pertenece al género lírico. La traducción no refleja la métrica de los versos del poema original. El hecho de que se trate de una écfrasis explica el claro carácter descriptivo de todo el poema. De ahí la abundante adjetivación, con muchos adjetivos antepuestos para reforzar el lirismo del texto ("adoptiva hija", "lento tiempo", "silvestre historiadora"...). 
En cuanto a los verbos, lo más destacable es que la práctica totalidad son presentes y futuros. El presente de indicativo pretende transmitirnos la impresión de que nos hallamos contemplando el ánfora al mismo tiempo que Keats está procediendo a su descripción. El poeta consigue con eficacia un efecto de inmediatez y de objetividad: lo que cuenta no parece una impresión suya, sino una verdad universal ("Belleza es verdad, y verdad es belleza"). También hay uso del imperativo ("sonad", "tocad"...); en este caso con la intención de hacer más versosímil su intento de adentrarse en las escenas decorativas del jarrón, interpelar a las figuras que aparecen en ellas y facilitar que los lectores - que asistimos "en directo" a ese diálogo en el que el autor no recibe respuesta - acompañemos al poeta en ese viaje sin distanciarnos del tema del poema. En este mismo sentido, tenemos que añadir que el uso de la 1ª p. del plural en los últimos versos ("del pensar nos arrancas", "otros dolores que los nuestros") persigue el mismo objetivo de inclusión del lector, de tratar de que todos nos sintamos directamente aludidos. 
En cuanto a los verbos en futuro, muy abundantes también, nos remiten a un tiempo venidero del que no se señala su final. Se trata de la eternidad, que solo es posible gracias a la belleza, al arte. Otras categorías gramaticales insisten en esta eternización de un instante que muestran las imágenes que decoran el ánfora ("siempre", "nunca", "sin fin", "jamás", "eternidad"). En la estrofa III encontramos otra manera de reflejar la acción congelada en el relieve del ánfora mediante la casi total ausencia de verbos en forma personal y su sustitución por gerundios ("entonando", "jadeando", "exhalando").
Los recursos literarios son muy abundantes. Ya hemos señalado las metáforas iniciales que representan al ánfora. Nos centramos además en los recursos que tienen un sentido rítmico, como el encabalgamiento ("adoptiva / hija"), el quiasmo ("silvestre historiadora", "relato florido"), el polisíndeton de los tres últimos versos de la estrofa I o el paralelismo de qué + sustantivo tan repetido en esa misma estrofa. También destacamos el efecto rítmico de la repetición del pronombre tú al comienzo de varios versos repartidos a lo largo del poema. 
Por último, son muy frecuentes la oraciones interrogativas y exclamativas, que muestran el ánimo exaltado del poeta, lo que entronca el poema con el Romanticismo del que es representante John Keats.  

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