viernes, 28 de septiembre de 2012


1. ARQUÍLOCO DE PAROS

 

Algún Sayo alardea con mi escudo, arma sin tacha,

que tras un matorral abandoné, a pesar mío.

Puse a salvo mi vida. ¿Qué me importa a mí el tal escudo?

¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor

 

 

 

2. PÍNDARO

 

Lo mejor es, de un lado, el agua, y, de otro, el oro, como ardiente fuego,

que destaca en la noche por encima de la magnífica riqueza.

Y si certámenes atléticos celebrar

anhelas, querido corazón,

ni busques otra estrella más cálida que el sol

brillante en el día como todo el yermo éter,

ni ensalcemos otra composición superior a la de Olimpia.

 

3. ALCEO DE MITELENE


Me desconcierta la revuelta de los vientos.

De aquí llega rodando una ola y por allá

otra, y nosotros en medio arrastrados

nos vemos en nuestra nave negra,

afligidos por la muy enorme tempestad.

El agua de la sentina ya cubre el pie del mástil.

Toda la vela está ya transparente,

y cuelga en grandes jirones su tela,

no logran asideros las anclas, y el timón…

… mis dos piernas se afirman en las jarcias

y solo esto me mantiene a salvo.

Toda la carga arrastrada fuera de borda va.

 

4.  SAFO:

 

Me parece que es igual a los dioses

el hombre aquel que frente a ti se sienta,

y a tu lado absorto escucha mientras

dulcemente hablas

y encantadora sonríes. Lo que a mí

el corazón en el pecho me arrebata;

apenas te miro y entonces no puedo

decir ya palabra.

Al punto se me espesa la lengua

y de pronto un sutil fuego me corre

bajo la piel, por mis ojos nada veo,

los oídos me zumban,

me invade un frío sudor y toda entera

me estremezco, más que la hierba pálida

estoy, y apenas distante de la muerte

me siento, infeliz.

5. ANACREONTE:  

 

Echándome de nuevo su pelota de púrpura

Eros de cabellera dorada

me invita a compartir el juego

con la muchacha de sandalias de colores.

Pero ella, que es de la bien trazada Lesbos,

mi cabellera, por ser blanca, desprecia,

y mira, embobada, hacia alguna cosa.

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