La libertad guiando al pueblo, Eugène Delacroix (1830) |
En Francia, las contradicciones dentro del proceso revolucionario llevaron al poder a Napoleón Bonaparte,
quien, fruto de sus conquistas militares, llegó a formar un imperio que
se extendió por gran parte de Europa. Sin embargo, la gran potencia
económica de la época era Inglaterra, único lugar donde se había producido una verdadera revolución industrial. En Europa Central,
Austria seguía siendo la gran potencia, pero entre los disgregados
estados alemanes e italianos fue extendiéndose la idea de la
unificación, impulsada por los liberales. Entre tanto, Rusia vivía todavía en condiciones semifeudales, y los Estados Unidos prosiguieron su expansión territorial y demográfica.
El coloso, Francisco de Goya (1812) |
La primera mitad del siglo XIX en Europa se cierra con nuevas e importantes convulsiones: las revoluciones de 1848.
Muy significativa es la participación de las masas obreras en estas
revueltas: es justamente en este clima social y en este año cuando Karl Marx y Friedrich Engels publican el Manifiesto Comunista. Pero
las reivindicaciones obreras no son atendidas y se produce una honda
fractura entre el liberalismo burgués y los movimientos obreros.
I. EL ROMANTICISMO
Viajero frente a un mar de nubes, Friedrich (1818) |
Los orígenes del Romanticismo hay que buscarlos en el siglo XVIII, sobre todo en la filosofía y la cultura alemanas. Se produce allí un movimiento llamado Sturm und Drang, cuyos principales representantes son Schiller y Goethe. Se designa con este nombre a una corriente a la vez política y literaria de la segunda mitad del siglo XVIII, nacida como respuesta al racionalismo ilustrado. El Sturm und Drang destacaba la superioridad de los sentimientos y exaltaba las emociones, prefiriendo la pasión a la razón; como movimiento contestatario propio de escritores jóvenes, se rebelaba contra las autoridades alemanas y los príncipes que dirigían el país. Veía en la Revolución Francesa un modelo a seguir y consideraba la libertad y los derechos humanos como valores esenciales. Buscaba la emancipación del individuo y rechazaba la vida profesional burguesa, así como sus valores morales. Inspirándose en Jacques Rousseau, mostró un gran interés por la naturaleza, el marco que permitía al individuo reencontrarse, despertar sus sentidos y expresar sus sentimientos con mayor libertad.
Esta sensibilidad prerromántica se manifiesta bien pronto en Inglaterra y, con mayor o menor intensidad, se extiende por toda Europa. Las peculiares circunstancias históricas y políticas que atraviesa España durante la primera mitad del siglo XIX son las que explican el tardío desarrollo que el movimiento romántico tiene en la literatura española.
Sátira del suicidio romántico, Alenza y Nieto (1839) |
1. Irracionalismo: Se niega que la razón explique por completo la realidad. El mundo es,
en su esencia, un misterio; ya no hay certezas absolutas y no sirven las
respuestas tradicionales a los interrogantes que la realidad ofrece. Este estado de incertidumbre se manifiesta en una alternancia entre entusiasmo y pena, en un estado de melancolía perpetuo. Por eso, la literatura romántica está llena de personajes enfermizos, con tendencia al ensueño, a la apatía, al menosprecio de la vida o al sentimiento de vacío.
2. Subjetivismo: si
la razón tiene sus límites, son necesarias otras formas de
conocimiento, que para los románticos son la intuición, la imaginación y
el instinto. Esto lleva a la primacía de la belleza por encima de cualquier otro concepto, como el de la verosimilitud, la ejemplaridad o el didactismo. La obra de arte debe atraer por su belleza, no enseñar ni moralizar. Y a la belleza no se llega por la razón, sino a través de la imaginación o intuición creadora, patrimonio exclusivo de los seres geniales.
3. Idealismo: el
romántico siente predilección por lo absoluto, por lo ideal. El choque
entre sus anhelos y la realidad prosaica produce en el artista romántico hondo desengaño y hastío vital por no poder alcanzar nunca la perfección. Los personajes literarios del Romanticismo se sienten atraídos por un deseo indefinible, persiguen con un ardor desesperado un ideal recóndito y distante, buscan angustiosamente la verdad que les ilumine el abismo de la vida.
4. Individualismo:
el artista romántico tiene una conciencia aguda y dolorosa de la propia
personalidad, de ser distinto a los demás, y afirma constantemente ese
yo frente a todo lo que le rodea. Se considera un ser superior, un genio rebelde e incomprendido, dedicado por entero a la
creación, lo que lo lleva a rebelarse contra
las normas morales, sociales, políticas y religiosas.
5. Evasión: El rechazo del presente empuja al romántico a la huida. Se trata de una huida tanto interior como en el tiempo y en el espacio. Así, para un romántico no existe ningún tema más apasionante que su propio mundo interior: la contemplación y expresión de sus estados anímicos con un marcado carácter teatral. En esta declamación de los propios sentimientos el personaje es un hombre joven, frecuentemente enfermo, que sufre los embates ciegos y trágicos de una naturaleza o de una divinidad caprichosa. El escenario es la naturaleza: la inmensa soledad del paisaje, la noche, los bosques brumosos, el cementerio o las ruinas del castillo iluminados por la luna. En este sentido, una
forma extrema de evasión es el suicidio.
La huida en el tiempo suele ser una huida hacia el pasado, a los siglos medievales.
La huida en el espacio se produce a paraísos perdidos, países que aún no han sido contaminados por la fiebre racionalista de Occidente y que mantengan vivas las fuerzas primitivas e instintivas de la naturaleza (España, los países musulmanes o el lejano Oriente).
La huida en el tiempo suele ser una huida hacia el pasado, a los siglos medievales.
La huida en el espacio se produce a paraísos perdidos, países que aún no han sido contaminados por la fiebre racionalista de Occidente y que mantengan vivas las fuerzas primitivas e instintivas de la naturaleza (España, los países musulmanes o el lejano Oriente).
6. Naturaleza dinámica: el artista romántico representa la Naturaleza
en forma dramática, en movimiento y con preferencia por la ambientación
nocturna. La naturaleza se identifica con los estados de ánimo del
creador y aparece como una fuerza embravecida con la que el hombre mismo debe medir sus fuerzas: la tormenta, el volcán, la naturaleza salvaje y hostil, el fragor de la batalla son sus escenarios favoritos.
7. Nacionalismo: se forja el concepto de pueblo
como entidad a la que pertenecen individuos que comparten una serie de
rasgos comunes: lengua, costumbres, folclore, leyes… De ahí el interés
por conocer lo que tiene de particular el espíritu de cada nación. Y como la Edad Media fue la época de gestación de la mayoría de las naciones europeas, se consideraba a esa época como el periodo histórico en que ese espíritu se había mostrado en su pureza original, sin haber sido todavía manchado por ninguna influencia ajena. El medievalismo romántico influyó ampliamente en la poesía, en la novela y en el drama históricos, así como ejerció una poderosa influencia en los estudios históricos y filológicos. En Alemania, autores como los hermanos Grimm recopilaron cuentos, leyendas o narraciones heroicas, y se preocuparon por la gramática del idioma.
Desde el punto de vista formal, el Romanticismo liberó la creación literaria de la coacción de las reglas, condenó la teoría neoclásica de los géneros literarios y reaccionó violentamente contra la concepción de los escritores griegos y latinos como autores paradigmáticos, fuente y medida de todos los valores artísticos.
El lenguaje literario abandóno los artificios expresivos de origen mitológico, verdaderos tópicos de la tradición literaria, ya gastados y desprovistos de toda capacidad poética, a la vez que se aproximaba a la realidad y a la vida. La misma tendencia a la libertad se manifestó en el terreno de la versificación.
Como el objetivo promordial era conmover y excitar violentamente la sensibilidad del público, se buscaron nuevos ritmos y sonoridades, y a menudo se recurrió al contraste (lo feo junto a lo bello, lo sublime al lado de lo repulsivo), sin tampoco rehuir el aspecto sentimental. Hay que tener presente que el arte del Romanticismo ya no se dirige a una minoría culta: es un arte de masas, que aspira a interesar a una mayoría, reclutada sobre todo entre la clase media y la burguesía.
Desde el punto de vista formal, el Romanticismo liberó la creación literaria de la coacción de las reglas, condenó la teoría neoclásica de los géneros literarios y reaccionó violentamente contra la concepción de los escritores griegos y latinos como autores paradigmáticos, fuente y medida de todos los valores artísticos.
El lenguaje literario abandóno los artificios expresivos de origen mitológico, verdaderos tópicos de la tradición literaria, ya gastados y desprovistos de toda capacidad poética, a la vez que se aproximaba a la realidad y a la vida. La misma tendencia a la libertad se manifestó en el terreno de la versificación.
Como el objetivo promordial era conmover y excitar violentamente la sensibilidad del público, se buscaron nuevos ritmos y sonoridades, y a menudo se recurrió al contraste (lo feo junto a lo bello, lo sublime al lado de lo repulsivo), sin tampoco rehuir el aspecto sentimental. Hay que tener presente que el arte del Romanticismo ya no se dirige a una minoría culta: es un arte de masas, que aspira a interesar a una mayoría, reclutada sobre todo entre la clase media y la burguesía.
II. EL ROMANTICISMO ALEMÁN
A. JOHANN CHRISTOPH FIEDRICH VON SCHILLER
Schiller (1759-1805) nació en Marbach amb Neckar (Alemania). Estudió en una escuela militar y llegó a ser médico como su padre, cargo que abandonó al ser arrestado por haber asistido al estreno de su primera obra teatral, Los bandidos. Enfermo y perseguido por razones políticas, llevó una vida errática y miserable: se estableció en Jena, donde conoció a Goethe; este le consiguió una plaza de profesor de Historia sin sueldo en la Universidad. En 1799 se trasladó a Weimar, donde murió en 1805.
Teatro: Schiller creó el teatro nacional alemán moderno. Es autor de Los bandidos, Cábala y amor, Don Carlos, la trilogía Wallenstein, María Estuardo, La doncella de Orleans y Guillermo Tell. Solo
las primeras piezas de Schiller pueden considerarse prerrománticas, ya
que más tarde su teatro evolucionó hacia el Neoclasicismo.
Las obras de Von Schiller presentan conflictos del alma, la
cual, al seguir los impulsos más nobles, entra en discordia con el
universo. Tiene tendencia a los efectos escénicos, que a veces lo
acercan a la ópera, y utiliza un estilo retórico; muchas de sus obras
recurren a una ambientación histórica,
si bien la realidad no queda plasmada de forma fidedigna, sino que está
al servicio de las ideas revolucionarias y subversivas que defiende.
B. JOHANN WOLFGANG GOETHE
Goethe
(1749-1832) es un autor difícil de clasificar: no se puede etiquetar
como neoclásico ni como romántico, ya que en realidad representó todas
las corrientes y no quiso estar adscrito a ninguna. Su campo de intereses fue inmenso: cultivó todos los géneros literarios y puede decirse que apenas hubo actividad de la ciencia y del espíritu que no suscitase su atención. En la obra y en la vida de Goethe hay tres periodos: la juventud, de carácter romántico; la madurez, en la que su literatura cambia de carácter y se hace clasicista; y la vejez, cuando acabó su gran obra, Fausto.
Nació en 1749 en Frankfurt, en una familia burguesa que poseía una gran biblioteca. En 1765 se fue a Leizpig a estudiar Derecho, pero enfermó y regresó a Frankfurt, donde mantuvo un reposo de 2 años. En 1770 se trasladó a Estrasburgo, continuó sus estudios de Derecho y los amplió con asignaturas de Medicina e Historia. En 1775 se marchó a Weimar y allí dedicó 10 años a participar en la vida pública y científica. Más tarde, en 1789, se estableció en Roma, donde inició una estapa de madurez estéticamente neoclásica. Murió en 1832.
La etapa prerromántica de Goethe está representada, sobre todo, por Los sufrimientos del joven Werther, una novela publicada en 1774 con la que alcanzó una enorme popularidad. Sin embargo, su gran obra es el Fausto, tragedia publicada en dos partes (1808 y 1832).
b.1. Los sufrimientos del joven Werther. La mayor
parte de la acción está contada en forma de cartas que el joven Werther
escribe a su amigo Wilhelm. El protagonista es un joven que no sabe qué
hacer con su existencia y que se marcha a la ciudad de W para huir del
mundo burgués. Allí se pasea por la naturaleza para dibujarla, ya que se
considera artista. Un día es invitado a un baile, donde conoce a una
joven llamada Charlotte (Lotte), hija de un personaje distinguido. La
muchacha, desde la muerte de su madre, cuida de sus hermanos. Werther
sabe que Charlotte está comprometida con Albert, pero eso no le impide
enamorarse inmediatamente de ella. Finalmente, Werther acaba con su vida
(el impacto de este libro se manifestó socialmente en una oleada de
suicidios).
En esta novela Goethe divulga algunas de las características prerrománticas: el nuevo sentimiento de la naturaleza, la desesperación contra el destino, una cierta protesta contra la desigualdad social, la melancolía y la frustración existencial que conduce a su protagonista al suicidio. Goethe encarna así el prerromanticismo bajo dos de sus aspectos fundamentales: el impulso apasionado y la decepción melancólica.
En esta novela Goethe divulga algunas de las características prerrománticas: el nuevo sentimiento de la naturaleza, la desesperación contra el destino, una cierta protesta contra la desigualdad social, la melancolía y la frustración existencial que conduce a su protagonista al suicidio. Goethe encarna así el prerromanticismo bajo dos de sus aspectos fundamentales: el impulso apasionado y la decepción melancólica.
TEXTO 1 : LOS SUFRIMIENTOS DEL JOVEN WERTHER
No sé si por estos lugares se pasean hechiceros espíritus o si un
delirio del cielo llena mi pecho, porque todo lo que me rodea me parece
un paraíso. A la entrada de la ciudad hay una fuente… una fuente a la
que me encuentro adherido, como por encanto, igual que Melusina y sus
hermanas. A la falda de una pequeña colina, se puede ver una bóveda; se
bajan 20 escalones y se ve saltar el agua más pura y transparente de los
peñascos de mármol. La pequeña pared que forma su recinto, los árboles,
que techan con su sombra la frescura del lugar, todo esto tiene un no
sé qué atractivo y desconsolador al mismo tiempo; y no pasa un día que
deje de descansar ahí una hora. Las mozas vienen a buscar agua;
ocupación inocente y pacífica, que no desdeñaban en otros tiempos las
hijas de los reyes. Cuando ahí estoy sentado recuerdo una vida
patriarcal; rememoro que nuestros antepasados a la vera de la fuente
creaban sus relaciones; que ahí era adonde iban a hablarles de amor; que
alrededor de las claras fuentes revoloteaban y jugueteaban incesantes
mil genios bienhechores.
¡Oh! Si hay alguien incapaz de sentir aquí lo que yo siento, es que no
ha probado el placer de la suave frescura de una fuente, después de una
larga jornada por un camino árido y vacío, bajo los ardientes rayos de
un sol que quema.
15 de mayo
Las buenas gentes de la localidad me van conociendo y me quieren, sobre
todo los niños. Al principio, cuando me acercaba a ellos y les hacía
algunas preguntas con cariño, imaginaban que quería burlarme y me
contestaban con brusquedad, casi brutalmente.
No me enojaba por eso, pero no dejé de sentir vivamente la verdad de
una observación que antes había hecho: que ciertas personas de alta
sociedad se apartaban de sus inferiores, como si el acercarse a ellos o
dejar que se les acercaran debiera robarles la dignidad; y algunos
casquivanos o majaderos se divierten y complacen en fingir familiaridad
con el vulgo para hacerle sentir después su desprecio de manera
asertiva.
Sé que no todos somos iguales ni podemos serlo; pero sostengo que quien
se crea obligado a alejarse de lo que se llama el pueblo para
mantenerlo respetado, no vale más que el cobarde que se oculta del
enemigo, por miedo a que se le venza. Al venir uno de estos días a la
fuente, encontré ahí a una jovencita que, luego de haber llenado su
cántaro, lo había puesto en la escalera y veía hacia todos lados para
ver si encontraba a alguna compañera que le ayudara a subirlo a su
cabeza. Bajé las escaleras y le dije a los ojos.
-¿Quiere ayuda, señorita?
Se puso más encarnada que la grana y sólo atinó a decir:
-¡Oh, señor…!
-¡Vamos, vamos dejémonos de cumplidos! -repliqué.
La chica arregló su rodete sobre la cabeza, le puse el recipiente y muy agradecida subió las escaleras de la fuente.
b.2. Fausto: Casi sesenta años tardó Goethe en escribir su obra más emblemática (1773-1831). El tema de esta pieza teatral no es nuevo: es la historia de un sabio viejo que vende el alma al diablo para conseguir los placeres de la juventud. Goethe lo tomó de una leyenda medieval que circuló por todas las literaturas. Christopher Marlowe es un claro antecedente.
En esta obra el mito se concreta en unos personajes con vida propia: el doctor Fausto, Margarita y Mefistófeles (el diablo). En un pacto diabólico, Fausto consigue la juventud eterna y a cambio se compromete a entregar su alma una vez que alcance la verdadera felicidad y consiga decirle al Tiempo: "Párate, soy feliz". Tras recorrer un largo camino en busca de esa felicidad, encuentra y seduce a la ingenua y bella joven Margarita, que por amor se transformará en criminal, pues mata al hijo que tiene de Fausto para cubrir su vergüenza y la de su familia. A continuación se produce la muerte de la madre y del hermano de Margarita, este último a manos de Fausto y de Mefistófeles. El final de la parte primera nos ofrece una Margarita en la cárcel y condenada a muerte. Fausto quiere rescatarla, pero ella se niega a huir, ya que ha alcanzado verdadera conciencia de sus pecados. Así, en la cárcel morirá perdonada por Dios.
La segunda parte, de tipo simbólico, aunque aparece escrita en forma de diálogo, es casi irrepresentable. Fausto vivirá una serie de episodios que no guardan ilación alguna. Por último Fausto, burlando a Mefistófeles, consigue la salvación porque la gloria -según Goethe- puede ser alcanzada por los que se esfuerzan.
En esta obra el mito se concreta en unos personajes con vida propia: el doctor Fausto, Margarita y Mefistófeles (el diablo). En un pacto diabólico, Fausto consigue la juventud eterna y a cambio se compromete a entregar su alma una vez que alcance la verdadera felicidad y consiga decirle al Tiempo: "Párate, soy feliz". Tras recorrer un largo camino en busca de esa felicidad, encuentra y seduce a la ingenua y bella joven Margarita, que por amor se transformará en criminal, pues mata al hijo que tiene de Fausto para cubrir su vergüenza y la de su familia. A continuación se produce la muerte de la madre y del hermano de Margarita, este último a manos de Fausto y de Mefistófeles. El final de la parte primera nos ofrece una Margarita en la cárcel y condenada a muerte. Fausto quiere rescatarla, pero ella se niega a huir, ya que ha alcanzado verdadera conciencia de sus pecados. Así, en la cárcel morirá perdonada por Dios.
La segunda parte, de tipo simbólico, aunque aparece escrita en forma de diálogo, es casi irrepresentable. Fausto vivirá una serie de episodios que no guardan ilación alguna. Por último Fausto, burlando a Mefistófeles, consigue la salvación porque la gloria -según Goethe- puede ser alcanzada por los que se esfuerzan.
Goethe también escribió poesía (Elegías romanas, Hermann y Dorotea, Diván de Oriente y Occidente); novela (Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, Las afinidades electivas) y teatro (Ifigenia en Táride, Nausica, Torcuato Tasso).
TEXTO 2: FAUSTO
FAUSTO.–Ahora
ya, ¡ay!, he estudiado a fondo filosofía, leyes, medicina y por
desgracia también teología, con ardoroso esfuerzo. Y ahora me encuentro,
¡pobre de mí!, tan sabio como antes. Me llaman maestro y hasta doctor, y
diez años llevo ya zamarreando a mis discípulos, cogidos de la nariz,
arriba, abajo, a este lado y al otro…, y veo que no podemos saber nada.
Lo cual me achicharra la sangre. Cierto que soy más discreto que todos
esos jactanciosos doctores, maestros, escribanos y clérigos; no me
quitan el sueño escrúpulos ni dudas y no le tengo miedo ni al infierno
ni al diablo…; pero, en cambio, también ha huido de mí toda alegría, no
me imagino saber nada a derechas, no me hago la ilusión de poder enseñar
nada, ni de mejorar ni convertir a los hombres. Tampoco tengo bienes,
ni dinero, ni honor y lustre mundanos; un perro no habría podido
aguantar tanto esta vida. Por eso me he consagrado a la magia, a ver si
por la fuerza y el verbo del espíritu se me puede revelar más de un
misterio, a fin de no tener más necesidad de decir, sudando la gota
gorda, aquello que no sé; de reconocer lo que el mundo encierra en su
más íntimo meollo, contemplar toda la fuerza operante y las simientes y
no seguir atascado en palabras.
Mefistófeles
convence a Fausto de que su diabólico poder le puede proporcionar la
plenitud vital que está buscando, siempre y cuando pueda disponer de su
espíritu tras su muerte. Fausto acepta:
FAUSTO.–¡Te brindo la apuesta!
MEFISTÓFELES.–¡Acepto!
FAUSTO.–¡Venga
esa mano! ¡Diréle al momento: aguarda! ¡Eres tan bello! ¡Luego podrás
tú cargarme de cadenas y yo me iré gustoso a pique! ¡Cuando doblen por
mí las campanas, quedarás libre de tu servidumbre; cuando el reloj se
pare y caiga el minutero, se habrá acabado el tiempo para mí!
MEFISTÓFELES.–Piénsalo bien, que no hemos de olvidarlo.
FAUSTO.–En
todo tu derecho estarás, que yo no me he pasado de ligero. Tal como me
encuentro, esclavo soy, es decir, tuyo o de quien fuere.
MEFISTÓFELES.–Desde
hoy mismo serviré como criado a la mesa del doctor. ¡Pero solo una
cosa!… Por si vive o muere, os ruego un par de líneas.
FAUSTO.–¿También
exiges un escrito, so pedante? ¿Es que no has conocido a ningún hombre,
ni de palabra de hombre sabes? ¿No es bastante que mi palabra explícita
haya de ir unida a mis días eternamente? […] ¿Qué quieres tú de mí,
espíritu malo? ¿Bronce, mármol, pergamino, papel? ¿Quieres que escriba
con cincel, escoplo o pluma? A tu elección lo dejo.
MEFISTÓFELES.–¿Cómo
puedes exagerar con tanto calor tu locuacidad? Para el caso, cualquier
hojilla es buena. La firmarás con una gotita de sangre.
FAUSTO.–Si eso te satisface plenamente, sea por la payasada.
MEFISTÓFELES.–Es la sangre un jugo muy particular.
Tras
visitar la cocina de una bruja, que prepara un elixir para que Fausto
pueda rejuvenecer y conocer el amor, Fausto se encuentra a Margarita en
la calle, de la que se queda prendado, y pide ayuda a Mefistófeles para
conseguir su amor:
FAUSTO.–Mi linda señorita, ¿podría yo atreverme a ofreceros mi brazo y mi compañía?
MARGARITA.–Ni soy señorita ni linda; puedo ir a casa sin escolta. (Se aparta y vase.)
FAUSTO.–¡Por
el cielo, que es hermosa esa chica! ¡Jamás vi nada que se le pareciera!
¡Es tan decente y virtuosa y al mismo tiempo tiene algo de pizpireta!
¡La grana de sus labios, la luz de sus mejillas, no las olvidaré en tanto
dure el mundo! ¡Al bajar los ojos quedóseme profundamente grabada en el
corazón, y el que sea tan reservada viene a colmar su hechizo! (A
Mefistófeles, que llega.) Oye: tienes que proporcionarme a esa muchacha.
MEFISTÓFELES.–¿Cuál?
FAUSTO.–La que acaba de pasar por aquí.
MEFISTÓFELES.–¿Esa?
Pero si venía ahora del confesor, que la absolvió de todos sus pecados,
que yo me escurrí detrás del confesionario. Es una chica la mar de
inocente, que ni necesidad tendría de confesarse; sobre ella no tengo yo
ningún poder.
FAUSTO.–Sin embargo, ya pasa de los catorce. […]
MEFISTÓFELES.–Ahora,
bromas y cuchufletas aparte. Os digo que con esa chica no se puede ir
deprisa. Por la tremenda no se consigue ahí nada; hemos de valernos de
la astucia.
FAUSTO.–¡Tráeme
algo de ese tesoro angelical! ¡Llévame junto a su lecho! ¡Proporcióname
una cinta de las que le ciñen el busto, una media de mi adorada!
MEFISTÓFELES.–Para
que veáis que me intereso por vuestras cuitas y quiero serviros, no
perderemos un instante y hoy mismo os introduciré en su aposento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario