1. ARQUÍLOCO DE PAROS
Algún Sayo alardea
con mi escudo, arma sin tacha,
que tras un matorral
abandoné, a pesar mío.
Puse a salvo mi
vida. ¿Qué me importa a mí el tal escudo?
¡Váyase al diantre!
Ahora adquiriré otro no peor
2. PÍNDARO
Lo mejor es, de un
lado, el agua, y, de otro, el oro, como ardiente fuego,
que destaca en la
noche por encima de la magnífica riqueza.
Y si certámenes
atléticos celebrar
anhelas, querido
corazón,
ni busques otra
estrella más cálida que el sol
brillante en el día
como todo el yermo éter,
ni ensalcemos otra
composición superior a la de Olimpia.
3. ALCEO DE MITELENE
Me desconcierta la
revuelta de los vientos.
De aquí llega
rodando una ola y por allá
otra, y nosotros en
medio arrastrados
nos vemos en nuestra
nave negra,
afligidos por la muy
enorme tempestad.
El agua de la
sentina ya cubre el pie del mástil.
Toda la vela está ya
transparente,
y cuelga en grandes
jirones su tela,
no logran asideros
las anclas, y el timón…
… mis dos piernas se
afirman en las jarcias
y solo esto me
mantiene a salvo.
Toda la carga
arrastrada fuera de borda va.
4. SAFO:
Me parece que es
igual a los dioses
el hombre aquel que
frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto
escucha mientras
dulcemente hablas
y encantadora
sonríes. Lo que a mí
el corazón en el
pecho me arrebata;
apenas te miro y
entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me
espesa la lengua
y de pronto un sutil
fuego me corre
bajo la piel, por
mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío
sudor y toda entera
me estremezco, más
que la hierba pálida
estoy, y apenas
distante de la muerte
me siento, infeliz.
5. ANACREONTE:
Echándome de nuevo
su pelota de púrpura
Eros de cabellera
dorada
me invita a
compartir el juego
con la muchacha de
sandalias de colores.
Pero ella, que es de
la bien trazada Lesbos,
mi cabellera, por
ser blanca, desprecia,
y mira, embobada,
hacia alguna cosa.
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