Bertolt Brecht comenzó a pensar en Arturo Ui en Finlandia, a
donde había llegado huyendo de las tropas nazis, las cuales,
prácticamente pisándole los talones, habían ocupado Dinamarca y Suecia,
los otros dos países en los que el dramaturgo se había exiliado.
La evitable ascensión de Arturo Ui es una de las obras más afamadas de Brecht. Parábola del
ascenso de Hitler al poder, la obra presenta un triple extrañamiento:
1. En primer lugar, la transposición de la historia de Hitler a una lucha de gángsteres en Chicago.
2. En segundo lugar, la estilización de una historia aparentemente
actual por medio de versos libres y trazos escénicos al estilo de los
dramas históricos de reyes de Shakespeare, y con ecos de la historia de Al
Capone (Capone vivía en el hotel Lexington, Ui vive en el hotel Mammoth;
la masacre del día de San Valentín encuentra su equivalente en La noche
de los cuchillos largos).
3. Y, en tercer lugar, la disposición de tres
escenas a modo de cita: en la escena 6 (La suite de Ui en el Hotel
Mammoth), Ui recita, a propuesta del actor de provincias al que ha
llamado para que le instruya en oratoria, el famoso discurso de Marco
Antonio en Julio César (III, 2) de Shakespeare, con el que
apelando a las emociones -y no a la razón, como hace Bruto- consigue
cautivar demagógicamente a las masas; la escena 12 (La floristería de
Givola) es una réplica de la escena del jardín de Marthe Schwerdtlein,
del Fausto de Goethe; la escena 13 (Ante el Mausoleo) imita a Shakespeare en Ricardo III (I, 2).
La
figura de Adolf Hitler es, naturalmente, central en la obra. Brecht
consideraba a Hitler como el «mascarón de proa» del capitalismo, un
«títere» cuyos hilos manejaba la alta burguesía alemana, sirviéndose de otras clases sociales, con el objetivo de conservar su
poderío económico. Hitler es un “simple actor”, que
“sólo representa un papel”, que no es “nadie” (“cualquier
otro se habría prestado para hacerlo”), que es un “hombre sin
contenido”. En teatro, eso significaría que Hitler sólo puede
mostrarse como un figurón, pero con eso no seríamos
del todo fieles a la realidad, porque, en realidad, sólo es un títere
en tanto representante de las exigencias de poder de la
burguesía. Por eso, en la obra, es el Trust
de la coliflor quien se sirve de Ui y sus gángsteres para dar salida a
sus mercancías en las ciudades de
Chicago y Cicero, y acabar con los sindicalistas. En el proceso, Ui
aterroriza con métodos mafiosos a los verduleros no vinculados con el
Trust que no se pliegan a sus órdenes y, finalmente, emprende la gestación
de la toma de control del Trust (el asalto a la Cancillería).
Arturo Ui
no es, como han pensado muchas compañías teatrales, una obra fácil de
representar. Como advirtiera ya su autor, en La evitable ascensión de Arturo Ui había que permitir que
los sucesos históricos se vislumbraran permanentemente a través de la
trama y, por otro lado, había que otorgar vida propia a la “cubierta". La unión demasiado estrecha entre las dos tramas (la de los gángsters y la de los nazis)
–es decir una forma en la cual la trama de los gángsteres sólo fuera una
simbolización de la otra trama– es imposible de mantener, aunque sólo
sea porque el público buscaría todo el tiempo el “significado” de tal o
cual acción y el modelo original de cada personaje.
La misma obra contiene las siguientes indicaciones para
la representación: «Para que los acontecimientos conserven la
significación que, por desgracia, tienen», escribe Brecht, «la obra debe
representarse a lo grande, preferiblemente con claras reminiscencias
del drama histórico isabelino, por ejemplo, telones y estrados. Así, se
puede actuar ante telones de arpillera blanqueados y salpicados con
colores sangre de buey. También pueden utilizarse ocasionalmente foros
pintados panorámicos, y los efectos de órgano, trompetas y tambores son
igualmente admisibles. Se deben utilizar máscaras, tonos y gestos
prototípicos, pero evitando la pura parodia; y lo cómico debe ir
acompañado de lo horrible. Es necesaria la representación plástica, al
ritmo más rápido posible, de los distintos retratos de grupo, al estilo
de las historias de feria.»
Si los paralelismos en Arturo Ui son
tan evidentes –Arturo Ui como Adolf Hitler, Giri como Hermann Göring,
Givola como Joseph Goebbels, Roma como Ernst Röhm, Dogsborough como Paul
von Hindenburg, Dullfeet como Engelbert Dollfus (el canciller que
destruyó a cañonazos la democracia republicana austríaca), el Trust de
la Coliflor como las grandes familias de industriales alemanes y así
sucesivamente–, y además se intercalan carteles explicativos que
despejan toda duda posible, ¿por qué no hizo Brecht directamente un
drama sobre los sucesos que condujeron a la caída de la República de
Weimar?
Además de la oportunidad que le brindaba la construcción literaria de
un triple extrañamiento, como el arriba descrito, es sabido que Brecht
trabajó en todas sus obras como terreno de experimentación. El fascismo, con su
teatralidad, era un terreno demasiado bueno como para dejarlo pasar por
alto. La violencia callejera de las SA se espejaba en la de las
organizaciones mafiosas al otro lado del Atlántico. Por lo demás, satirizar a los nazis les
hacía perder la imagen de imbatibilidad y trascendencia que ellos
mismos se habían arrogado.
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